por Facundo Terrés Grimaldi
El 9 de junio de 2012, Lionel Messi lograba lo que sólo habían podido antes Manuel Seoane (1925), Carlos Peucelle (1940), Norberto Méndez (1945) y José Sanfilippo (1959): marcarle un Hat-Trick a Brasil. Sí, el delantero de Barcelona conseguía lo que apenas cuatro argentinos ante el Scratch, lo que ninguno en cincuenta y tres años. Tucho, el Nene y el astro culé, los tres, con el agregado de alcanzar la hazaña fuera de Buenos Aires. En Santiago, Guayaquil y Nueva Jersey, respectivamente.
Tras la emoción del 4-3 versus la Canarinha en Estados Unidos, hubo que esperar poco más de dos meses para volver a ver al seleccionado. Donde la mano de Sabella volvería a surgir frente a otra potencia: Alemania. La cita sería en Fráncfort. Y en esa ciudad la posibilidad de redimirse -aunque más no fuera por un instante- del 0-4 sufrido en Ciudad del Cabo dos años atrás en los Cuartos de Final de la Copa del Mundo.
Para medirse con el elenco teutón, el técnico argentino decidió sostener a la inmensa mayoría de los nombres propios que tanta satisfacción le habían generado contra los brasileños, por lo que apenas cambió una ficha del pizarrón. Eligió a Marcos Rojo y salió Clemente Rodríguez. Continuó el 4-4-2. Con Sosa y Di María en los costados de un medio que se completó con Mascherano y Gago. Adelante, nuevamente el tándem, Messi-Higuaín. Aquella jornada, salieron todas desde el principio. O casi todas: a los treinta el arquero Zieler interrumpía una oportunidad manifiesta de gol y dejaba la cancha expulsado, siendo reemplazado por Ter Stegen, guardametas-verdugo del diez en lo inmediato. En tiro penal. Pero pronto se abriría el arco. Sobre el final de la primera parte Khedira vulneraba su propia meta tras un córner. Los de blanco, acto seguido, se retiraban rumbo al vestuario 0-1 con un hombre menos. Ya con Kun Agüero y sin Principito Sosa (4-3-3), el once ni lerdo ni perezoso, siguió manejando el ritmo del encuentro. Tanto es así que, a los siete del complemento, Lio encontró el gol que le había quedado atravesado en los doce pasos. Los minutos subsiguientes fueron una demostración de orden táctico y voracidad ofensiva. La albiceleste buscó y buscó hasta perforar la defensa de los germanos y, finalmente, logró un tercer tanto. Di María de larga distancia señalaría la última conquista. Con el juego resuelto, Sabella optó por el movimiento de apellidos. Aunque sin desarmar el sistema. Guiñazú ocupó el lugar de Angelito en la banda izquierda del mediocampo y Braña el de Mascherano en el centro del mismo. Höwedes gritó en el cierre para la anécdota.
Del sofocón de Barranquilla en un primer tiempo que había arrojado un 0-1 parcial al 2-1 final. Del 1-1 ante Suiza en la curva descendiente del match al 3-1 resultado de las acciones en la agonía del hombre que debía ponerse el equipo al hombro. De la incertidumbre por la producción con Bolivia en el Monumental a la explosión frente a Ecuador en el mismo escenario. Del 0-1 y 2-3 frente a Brasil al 4-3 de los noventa. Del 0-0 y pena máxima trunca a la lluvia de goles en un corto lapso y el demoledor 3-1 a los bávaros en su terruño. La mano del entrenador de manifiesta en todos y cada uno de los casos. En los momentos de zozobra y en el pico de rendimiento del colectivo. Previsión estratégico-táctica a la orden, aquella carencia de los ciclos próximos pasados.
Algunas semanas más tarde el momento de volver a planificar los compromisos de la eliminatoria. La selección regresaba a Córdoba, salía de la Capital por primera vez en la competencia. Alejandro Sabella, para chocar con Paraguay, pensó algunas modificaciones respecto del equipo que había apabullado a Alemania. Ideó un sistema más ofensivo que el empleado ante los europeos. Campagnaro por Zabaleta fue la sustitución obligada y el resto de la línea defensiva siguió participando. En el medio, la aparición de Gago en la banda derecha en reemplazo de Sosa y la inclusión de Braña por Mascherano. Arriba, otro cambio forzado. Lavezzi ocupando el lugar de Agüero, completando el mentado tridente de ataque. Fiel al momento por el que transitaba, la albiceleste abrió el score de la mano del galáctico Di María en el amanecer del encuentro. Pero, esta vez, el once corrió con el infortunio de una mano de Braña suelta dentro del área que posibilitó al cuadro guaraní la paridad. Pese a la igualdad, el seleccionado pareció no haber acusado recibido del impacto de Fabbro en la corta distancia. Fue en busca del gol que lo volviera a encaminar en la senda del triunfo y lo consiguió de inmediato. Higuaín hizo lo que el puesto requiere y, a cobrar, 2-1. Así se fueron al descanso. La celeste y blanca arriba en el tanteador. Se hacía costumbre. El segundo tiempo mostró al conjunto manejando el trámite, generando las acciones más peligrosas, dominando el juego. Y el tercer tanto llegó. Si faltaba un tic en un ítem era ése del tiro libre del capitán. Lio se paró de zurdo y marcó. Cara interna, pelota por encima de la barrera que se disparó como cohete para colarse en el ángulo. Argentina reguló a partir de la nueva ventaja. Único líder. La clasificación a la vuelta de la esquina.
Algunas semanas más tarde el momento de volver a planificar los compromisos de la eliminatoria. La selección regresaba a Córdoba, salía de la Capital por primera vez en la competencia. Alejandro Sabella, para chocar con Paraguay, pensó algunas modificaciones respecto del equipo que había apabullado a Alemania. Ideó un sistema más ofensivo que el empleado ante los europeos. Campagnaro por Zabaleta fue la sustitución obligada y el resto de la línea defensiva siguió participando. En el medio, la aparición de Gago en la banda derecha en reemplazo de Sosa y la inclusión de Braña por Mascherano. Arriba, otro cambio forzado. Lavezzi ocupando el lugar de Agüero, completando el mentado tridente de ataque. Fiel al momento por el que transitaba, la albiceleste abrió el score de la mano del galáctico Di María en el amanecer del encuentro. Pero, esta vez, el once corrió con el infortunio de una mano de Braña suelta dentro del área que posibilitó al cuadro guaraní la paridad. Pese a la igualdad, el seleccionado pareció no haber acusado recibido del impacto de Fabbro en la corta distancia. Fue en busca del gol que lo volviera a encaminar en la senda del triunfo y lo consiguió de inmediato. Higuaín hizo lo que el puesto requiere y, a cobrar, 2-1. Así se fueron al descanso. La celeste y blanca arriba en el tanteador. Se hacía costumbre. El segundo tiempo mostró al conjunto manejando el trámite, generando las acciones más peligrosas, dominando el juego. Y el tercer tanto llegó. Si faltaba un tic en un ítem era ése del tiro libre del capitán. Lio se paró de zurdo y marcó. Cara interna, pelota por encima de la barrera que se disparó como cohete para colarse en el ángulo. Argentina reguló a partir de la nueva ventaja. Único líder. La clasificación a la vuelta de la esquina.
Llegaba el turno de Perú. La oportunidad de cruzarse con un cuadro que se hace fuerte en casa. Para el encuentro en Lima, el entrenador argentino decidió repetir el equipo, con la excepción de la salida del suplente Braña por el titular Mascherano en el centro del campo. En esta ocasión, obligado por un rival que exigió mucho más de lo ya previsto por el cuerpo técnico, el conjunto no anduvo bien. Esto fue así desde el inicio. Aunque supo suplir la falencia del rendimiento con disciplina táctica. Argentina tuvo orden, la mano del conductor, en fin. El elenco local abrió el marcador con un gol de Zambrano que dejó ver a las claras un punto débil del seleccionado: si la defensa no se encuentra bien plantada cuando un ataque de las cartas ofensivas resulta infructuoso, sufre y mucho en el contragolpe. Sobre todo padece en el sector izquierdo. Aquel contrincante que sabe explotar la espalda de Di María, perjudica a Rojo y se beneficia en el desarrollo. De cualquier modo, la albiceleste siguió intentando con sus armas: distribuir rápido y/o encarar en velocidad generando el claro para el desequilibrio. Higuaín igualó con tanto de goleador. La vieja fórmula del centro atrás del wing para la entrada por el medio del nueve dio resultado. El tanteador no volvió a ser vulnerado pese a algunas jugadas peligrosas que supo controlar Romero, arquero que ya se había encargado de ahogarle el grito a la afición local en los once metros.
La semana siguiente al empate con Perú encontró al seleccionado argentino en su versión local en Goainia. El conjunto doméstico debía vérselas con Brasil en un nuevo Superclásico de las Américas. Para este cruce, Alejandro Sabella resolvió cambiar el dibujo con el fin de repetir el esquema que había plantado en aquel 0-0 de Córdoba por la misma competición. Armó línea de cinco defensores. La misma estuvo compuesta por los laterales Gino Peruzzi y Clemente Rodríguez, los stoppers Lisandro López y Leandro Desábato y el líbero Sebastián Domínguez. El medio se conformó con dos externos de proyección como Maximiliano Rodríguez y Pablo Guiñazú y el cinco fue Rodrigo Braña. Adelante, un atacante por afuera y otro por adentro, Juan Martínez y Hernán Barcos. Argentina comenzó ganando de la mano de Burrito. Pero claudicó en lo inmediato en su faz ofensiva y, pronto, recibió el revés de parte de Paulinho. Y si bien luego de la igualdad no sufrió mayores contratiempos, no mostró su mejor cara. Prueba de ello que, en los minutos finales del cotejo, una jugada aislada de los brasileños derivó en un penal que pateó Neymar y que selló el tanteador. Pero más allá del resultado y el rendimiento general, el entrenador se llevó conclusiones sobre el funcionamiento defensivo.
La revancha del clásico americano se vio imposible en Chaco. Un problema de iluminación propició no pudiera disputarse un nuevo choque ante Brasil. El partido fue suspendido. Papelón consumado, el próximo cruce sería nuevamente por los porotos. La cita, ante Uruguay, en Mendoza. Y en la tierra del sol y del buen vino, la chance de ver en el rectángulo a los cuatro fantásticos desde el minuto cero. El cuarteto Di María-Messi-Higuaín-Agüero no se encontraba desde el vamos en una cancha desde hacía cuatro meses y monedas, desde el 4-0 a Ecuador en Nuñez, suma que alcanzaba los seis encuentros. En este punto, nos detenemos y reiteramos la siguiente afirmación: con los mejores, juntos, es otro equipo. Sabella ha tomado nota de ello. El técnico supo comprender que Messi es más cuando se encuentra bien acompañado en ataque. El delantero de Barcelona necesita wingers porque estos le generan aperturas cuando decide monopolizar el balón y/o porque pueden transformarse también en opciones de pase al hueco en la búsqueda del gol. Y como Lio requiere aliados en sus flancos, qué mejor que brindarle herramientas que allanen su camino. Las pruebas a la vista de todos. Resultados satisfactorios como el ocurrido ante la Celeste. Tras un buen primer tiempo donde no se sacaron ventajas, la explosión en el complemento obra y gracia del crack rosarino. Que primero consumó debajo del arco rival una jugada colectiva desde la izquierda, luego sirvió a Kun y terminó por redondear una noche inolvidable con una ejecución a lo Pirlo de una falta directa: cuando el mundo pensó que Lionel resolvería el tiro volviendo a besar la pelota con su zurda para alojarla en un ángulo una vez superada la barrera como contra Paraguay, el tipo optó por sorprender con shot bajo que terminó por ubicarse en el palo más lejano del arquero. Nuevo festejo grupal. Éxito del director de la orquesta.
A los cuatro días, un nuevo desafío para el equipo argentino: la siempre difícil Chile en Santiago. Otra vez la Roja en el camino con una nueva cara familiar para los nuestros, emanando órdenes desde el banco de ellos. Ayer Bielsa, ahora Borghi, otro viejo conocido. En un estadio Nacional que había festejado en 2008, el día que Basile daba por finalizado su ciclo. Para afrontar el choque, Sabella tomó nuevamente la decisión de no mover demasiado las fichas. Es por eso que, pese a la condición de visitante, no borró el dibujo. Apenas realizó cambios por obligación. Campagnaro ocupó el lugar de Zabaleta en el lateral derecho y, este, pasó al sector del suspendido Rojo. Mientras que los triángulos del medio (Gago-Mascherano-Di María) y de adelante (Messi-Higuaín-Agüero) siguieron su curso. Y como no podía ser de otra manera, el buen funcionamiento de piezas bien ensambladas dio sus frutos. A los veintiocho gritó Pipita tras gran jugada individual y soberbia definición. Un rato después, para no ser menos, Lio bajó una pelota dentro del área e hizo con ella todo lo que pretendió. Primero, lo dicho, el control. Luego el amague y el enganche para dejar desairado a su marcador. Por último la definición exquisita abajo junto al primer caño. Sobre el final del partido, descontó Felipe Gutiérrez, cuando ya habían salido tres de los cuatro fenómenos (Higuaín, Di María y Agüero) y habían hecho su ingreso tres terrenales (Guiñazú, Sosa y Barcos). Con el primer reemplazo (Cholo por Pipita) el retoque del sistema, del 4-3-3 con la ventaja del marcador al 4-4-2 con el objeto de conservar la luz. Una prueba superada más. La clasificación en la palma de la mano.
Frente a Chile, Messi había conseguido un nuevo récord: llevaba 12 tantos en el año calendario, cifra que sólo había logrado Gabriel Batistuta en 1998. Número por demás interesante el del rosarino, tomando en cuenta que treinta y cuatro hombres en toda la historia de la selección argentina (desde 1902) anotaron esa cantidad de goles. El futbolista de Barcelona, además, se acercaba en la tabla histórica de artilleros a un tal Diego Maradona. Lionel, en noventa minutos y ante la débil Arabia Saudita, tenía por un lado la chance de superar al goleador de Reconquista inscribiendo marca en soledad y por otro la de alcanzar al astro de Lanús. Para el amistoso, el último duelo del año para el seleccionado internacional, Sabella pensó en darle oportunidades a algunos jugadores que no habían tenido minutos. En la abstemia Riad, fueron prueba, Fabricio Coloccini, Alberto Costa y Eduardo Salvio. El entrenador argentino abandonó el 4-3-3 a fin de estar al altura del ensayo de laboratorio. El once se distribuyó 4-4-2 con Di María jugando desde el arranque en el sector derecho del medio, Salvio en la izquierda y Tino Costa y Mascherano de interiores. Adelante, Agüero-Messi. El resultado arrojó algunos chispazos aislados, poco juego colectivo y varias conclusiones. El conductor, tras el 0-0 final, habrá repasado nota de su propio puño y letra: Lio se nutre de wingers. No los tuvo en la primera parte, ergo, no encontró los espacios para explotar su potencial. Aunque el diez tampoco encontró su lugar cuando se rearmó el mediocampo (con Augusto Fernández -reemplazó a Costa- en la derecha, Mascherano de cinco y Di María ahora en la izquierda) y la delantera (con Di Santo y sin Toto Salvio) para el complemento.
Una semana después la posibilidad para mostrarse de una mayoría de futbolistas locales y otra minoría de vecinos protagonistas del Brasil. En la Bombonera, el Superclásico de las Américas que no había podido disputarse por problemas lumínicos en Chaco. Volvió a surgir la línea de cinco defensores. En esta oportunidad con Peruzzi y Vangioni en los laterales y los zagueros López, Domínguez y Desábato como últimos. Delante de ellos dos mediocampistas de contención, Cerro recostado sobre la derecha y Guiñazú en la izquierda. Montillo de enlace, haciendo de nexo de los puntas, Martínez y Barcos. El llamativo 5-2-1-2 dio sus frutos. La Argentina sudamericana jugó bien y dominó el trámite pese a no poder marcar. Pero un cambio a los sesenta y nueve minutos sería clave para cambiar la historia: un encendido Scocco ingresaba en lugar de un apagado Barcos. Nacho aparecería de la mejor manera para marcar un doblete en los diez minutos finales del match, donde también anotaba Fred, quien forzaba con el empate parcial la definición de 2012 a los tiros desde el punto penal. En el arco que da al Riachuelo fueron más los de amarillo. Pero la prueba había dejado más buenas que malas. Sabella tomaba nota del ensayo empírico. Cuándo no.
El primer semestre de 2013 comenzó de la mejor manera ante Suecia. En apenas veintitrés minutos Argentina ya había convertido tres goles en sendas jugadas colectivas. Primero golpeó Higuaín con ayuda del defensor Lustig, luego gritó Agüero y Pipita volvió a aparecer para sentenciar la historia en el comienzo del primer tiempo. La mancha, el empate parcial de Olsson. Detalle: Messi participando como diez, distribuyendo juego en todos los tantos, Lionel demostrando por qué es el jugador más completo del mundo. La selección volvió a funcionar de maravilla con el cuarteto imperial. La gran innovación táctica del inicio fue la aparición de Campagnaro en el lateral izquierdo. Para el complemento varios cambios aunque sin retoques en el dibujo. Primero salió Di María e ingresó Montillo, luego se retiró Zabaleta por Ansaldi pasando Campagnaro de cuatro, más tarde entraron Banega por Gago, Lavezzi por Agüero, Coloccini por Garay y Di Santo por Higuaín. Sustituciones puesto por puesto, rol por rol. El partido terminó 3-2 pero el resultado fue sólo una pieza decorativa, la albiceleste fue mucho más en la cancha que lo que marcó el cartel electrónico del estadio de Estocolmo.
Un mes y medio después la revancha frente a Venezuela. La vinotinto en frente, el único equipo que había logrado imponerse ante los argentinos en la eliminatoria. Y la selección nuevamente en el Monumental luego de la gira por las provincias. En esta ocasión, Montillo y Lavezzi ocupando los lugares que dejaron vacantes por diversas lesiones Di María y Agüero. El resto fue el equipo de siempre. El de las piezas bien ensambladas. El que resucitó en aquel segundo tiempo en Barranquilla, el que descubrió su mejor cara en los albores de 2012. La explosión producto del juego asociado de sus figuras de ataque se vio desde el inicio. Higuaín rompiendo el hielo poco antes de los treinta, Messi marcando de penal en el cierre de la primera etapa. Una vez más el resultado semi-sentenciado con mucho tiempo por jugar. Pipita de nuevo anotó el tercero y, a raíz de este último grito, la necesidad de preservar nombres propios para la parada siguiente. Banega por Gago, Palacio por el nueve del doblete y Maximiliano Rodríguez en lugar de Pocho de París para terminar plantados 4-4-2. La venganza quedaba consumada. Con tres goles y valla invicta. Con creces.
En el predio de Ezeiza, tubos de oxígeno y cámara hiperbárica, símbolos de lo que se venía: la famosa altura de La Paz, el enemigo público número uno de los futbolistas argentinos en toda eliminatoria. Así lo demostraba la historia reciente. Pero para no repetir errores del pasado, Sabella pensó cada detalle. Es que, en el ciclo Maradona, había sido subestimado el peligro que implica jugar un partido de fútbol en esa geografía. Por eso el 1-6. Consigo el escandaloso ahogo de protagonistas y cuerpo técnico. Para afrontar los acontecimientos, el entrenador no sólo hizo hincapié en la preparación física sino también reparó en lo táctico. Porque Argentina no puede jugar de igual a igual frente a quienes están acostumbrados a desempeñarse a esa distancia del nivel del mar. No puedo moverse con las mismas armas que su rival. Por eso el técnico decidió llevar a la práctica con las figuras de Europa lo que había ensayado con los actores del medio local: líneas de cinco defensores, tres medios y dos delanteros. La primera compuesta por los laterales Peruzzi y Rodríguez y los centrales Campagnaro, Domínguez y Basanta. La segunda formada con Banega, Mascherano y Di María. La última integrada por la dupla Messi-Palacio. El encuentro comenzó desfavorable para el conjunto argentino pues Moreno Martins escribió una vez más su apellido en la planilla de goleadores. Pero el seleccionado no se desesperó por la desventaja y encontró en el final de la primera parte el tanto de la igualdad por la cabeza de Banega. La segunda mitad fue disputada con inteligencia por el elenco visitante. Inclusive no faltaron oportunidades para llevarse la victoria de suelo paceño. Lo importante: sumar fuera de casa con un esquema distinto, cumplir con el objetivo de no verse superado en el terreno por el contrincante a pesar de las dificultades ajenas de las virtudes futbolísticas de los de en frente. Conclusiones positivas desde el marcador y desde el juego ante la adversidad.
La semana siguiente al empate con Perú encontró al seleccionado argentino en su versión local en Goainia. El conjunto doméstico debía vérselas con Brasil en un nuevo Superclásico de las Américas. Para este cruce, Alejandro Sabella resolvió cambiar el dibujo con el fin de repetir el esquema que había plantado en aquel 0-0 de Córdoba por la misma competición. Armó línea de cinco defensores. La misma estuvo compuesta por los laterales Gino Peruzzi y Clemente Rodríguez, los stoppers Lisandro López y Leandro Desábato y el líbero Sebastián Domínguez. El medio se conformó con dos externos de proyección como Maximiliano Rodríguez y Pablo Guiñazú y el cinco fue Rodrigo Braña. Adelante, un atacante por afuera y otro por adentro, Juan Martínez y Hernán Barcos. Argentina comenzó ganando de la mano de Burrito. Pero claudicó en lo inmediato en su faz ofensiva y, pronto, recibió el revés de parte de Paulinho. Y si bien luego de la igualdad no sufrió mayores contratiempos, no mostró su mejor cara. Prueba de ello que, en los minutos finales del cotejo, una jugada aislada de los brasileños derivó en un penal que pateó Neymar y que selló el tanteador. Pero más allá del resultado y el rendimiento general, el entrenador se llevó conclusiones sobre el funcionamiento defensivo.
La revancha del clásico americano se vio imposible en Chaco. Un problema de iluminación propició no pudiera disputarse un nuevo choque ante Brasil. El partido fue suspendido. Papelón consumado, el próximo cruce sería nuevamente por los porotos. La cita, ante Uruguay, en Mendoza. Y en la tierra del sol y del buen vino, la chance de ver en el rectángulo a los cuatro fantásticos desde el minuto cero. El cuarteto Di María-Messi-Higuaín-Agüero no se encontraba desde el vamos en una cancha desde hacía cuatro meses y monedas, desde el 4-0 a Ecuador en Nuñez, suma que alcanzaba los seis encuentros. En este punto, nos detenemos y reiteramos la siguiente afirmación: con los mejores, juntos, es otro equipo. Sabella ha tomado nota de ello. El técnico supo comprender que Messi es más cuando se encuentra bien acompañado en ataque. El delantero de Barcelona necesita wingers porque estos le generan aperturas cuando decide monopolizar el balón y/o porque pueden transformarse también en opciones de pase al hueco en la búsqueda del gol. Y como Lio requiere aliados en sus flancos, qué mejor que brindarle herramientas que allanen su camino. Las pruebas a la vista de todos. Resultados satisfactorios como el ocurrido ante la Celeste. Tras un buen primer tiempo donde no se sacaron ventajas, la explosión en el complemento obra y gracia del crack rosarino. Que primero consumó debajo del arco rival una jugada colectiva desde la izquierda, luego sirvió a Kun y terminó por redondear una noche inolvidable con una ejecución a lo Pirlo de una falta directa: cuando el mundo pensó que Lionel resolvería el tiro volviendo a besar la pelota con su zurda para alojarla en un ángulo una vez superada la barrera como contra Paraguay, el tipo optó por sorprender con shot bajo que terminó por ubicarse en el palo más lejano del arquero. Nuevo festejo grupal. Éxito del director de la orquesta.
A los cuatro días, un nuevo desafío para el equipo argentino: la siempre difícil Chile en Santiago. Otra vez la Roja en el camino con una nueva cara familiar para los nuestros, emanando órdenes desde el banco de ellos. Ayer Bielsa, ahora Borghi, otro viejo conocido. En un estadio Nacional que había festejado en 2008, el día que Basile daba por finalizado su ciclo. Para afrontar el choque, Sabella tomó nuevamente la decisión de no mover demasiado las fichas. Es por eso que, pese a la condición de visitante, no borró el dibujo. Apenas realizó cambios por obligación. Campagnaro ocupó el lugar de Zabaleta en el lateral derecho y, este, pasó al sector del suspendido Rojo. Mientras que los triángulos del medio (Gago-Mascherano-Di María) y de adelante (Messi-Higuaín-Agüero) siguieron su curso. Y como no podía ser de otra manera, el buen funcionamiento de piezas bien ensambladas dio sus frutos. A los veintiocho gritó Pipita tras gran jugada individual y soberbia definición. Un rato después, para no ser menos, Lio bajó una pelota dentro del área e hizo con ella todo lo que pretendió. Primero, lo dicho, el control. Luego el amague y el enganche para dejar desairado a su marcador. Por último la definición exquisita abajo junto al primer caño. Sobre el final del partido, descontó Felipe Gutiérrez, cuando ya habían salido tres de los cuatro fenómenos (Higuaín, Di María y Agüero) y habían hecho su ingreso tres terrenales (Guiñazú, Sosa y Barcos). Con el primer reemplazo (Cholo por Pipita) el retoque del sistema, del 4-3-3 con la ventaja del marcador al 4-4-2 con el objeto de conservar la luz. Una prueba superada más. La clasificación en la palma de la mano.
Frente a Chile, Messi había conseguido un nuevo récord: llevaba 12 tantos en el año calendario, cifra que sólo había logrado Gabriel Batistuta en 1998. Número por demás interesante el del rosarino, tomando en cuenta que treinta y cuatro hombres en toda la historia de la selección argentina (desde 1902) anotaron esa cantidad de goles. El futbolista de Barcelona, además, se acercaba en la tabla histórica de artilleros a un tal Diego Maradona. Lionel, en noventa minutos y ante la débil Arabia Saudita, tenía por un lado la chance de superar al goleador de Reconquista inscribiendo marca en soledad y por otro la de alcanzar al astro de Lanús. Para el amistoso, el último duelo del año para el seleccionado internacional, Sabella pensó en darle oportunidades a algunos jugadores que no habían tenido minutos. En la abstemia Riad, fueron prueba, Fabricio Coloccini, Alberto Costa y Eduardo Salvio. El entrenador argentino abandonó el 4-3-3 a fin de estar al altura del ensayo de laboratorio. El once se distribuyó 4-4-2 con Di María jugando desde el arranque en el sector derecho del medio, Salvio en la izquierda y Tino Costa y Mascherano de interiores. Adelante, Agüero-Messi. El resultado arrojó algunos chispazos aislados, poco juego colectivo y varias conclusiones. El conductor, tras el 0-0 final, habrá repasado nota de su propio puño y letra: Lio se nutre de wingers. No los tuvo en la primera parte, ergo, no encontró los espacios para explotar su potencial. Aunque el diez tampoco encontró su lugar cuando se rearmó el mediocampo (con Augusto Fernández -reemplazó a Costa- en la derecha, Mascherano de cinco y Di María ahora en la izquierda) y la delantera (con Di Santo y sin Toto Salvio) para el complemento.
Una semana después la posibilidad para mostrarse de una mayoría de futbolistas locales y otra minoría de vecinos protagonistas del Brasil. En la Bombonera, el Superclásico de las Américas que no había podido disputarse por problemas lumínicos en Chaco. Volvió a surgir la línea de cinco defensores. En esta oportunidad con Peruzzi y Vangioni en los laterales y los zagueros López, Domínguez y Desábato como últimos. Delante de ellos dos mediocampistas de contención, Cerro recostado sobre la derecha y Guiñazú en la izquierda. Montillo de enlace, haciendo de nexo de los puntas, Martínez y Barcos. El llamativo 5-2-1-2 dio sus frutos. La Argentina sudamericana jugó bien y dominó el trámite pese a no poder marcar. Pero un cambio a los sesenta y nueve minutos sería clave para cambiar la historia: un encendido Scocco ingresaba en lugar de un apagado Barcos. Nacho aparecería de la mejor manera para marcar un doblete en los diez minutos finales del match, donde también anotaba Fred, quien forzaba con el empate parcial la definición de 2012 a los tiros desde el punto penal. En el arco que da al Riachuelo fueron más los de amarillo. Pero la prueba había dejado más buenas que malas. Sabella tomaba nota del ensayo empírico. Cuándo no.
El primer semestre de 2013 comenzó de la mejor manera ante Suecia. En apenas veintitrés minutos Argentina ya había convertido tres goles en sendas jugadas colectivas. Primero golpeó Higuaín con ayuda del defensor Lustig, luego gritó Agüero y Pipita volvió a aparecer para sentenciar la historia en el comienzo del primer tiempo. La mancha, el empate parcial de Olsson. Detalle: Messi participando como diez, distribuyendo juego en todos los tantos, Lionel demostrando por qué es el jugador más completo del mundo. La selección volvió a funcionar de maravilla con el cuarteto imperial. La gran innovación táctica del inicio fue la aparición de Campagnaro en el lateral izquierdo. Para el complemento varios cambios aunque sin retoques en el dibujo. Primero salió Di María e ingresó Montillo, luego se retiró Zabaleta por Ansaldi pasando Campagnaro de cuatro, más tarde entraron Banega por Gago, Lavezzi por Agüero, Coloccini por Garay y Di Santo por Higuaín. Sustituciones puesto por puesto, rol por rol. El partido terminó 3-2 pero el resultado fue sólo una pieza decorativa, la albiceleste fue mucho más en la cancha que lo que marcó el cartel electrónico del estadio de Estocolmo.
Un mes y medio después la revancha frente a Venezuela. La vinotinto en frente, el único equipo que había logrado imponerse ante los argentinos en la eliminatoria. Y la selección nuevamente en el Monumental luego de la gira por las provincias. En esta ocasión, Montillo y Lavezzi ocupando los lugares que dejaron vacantes por diversas lesiones Di María y Agüero. El resto fue el equipo de siempre. El de las piezas bien ensambladas. El que resucitó en aquel segundo tiempo en Barranquilla, el que descubrió su mejor cara en los albores de 2012. La explosión producto del juego asociado de sus figuras de ataque se vio desde el inicio. Higuaín rompiendo el hielo poco antes de los treinta, Messi marcando de penal en el cierre de la primera etapa. Una vez más el resultado semi-sentenciado con mucho tiempo por jugar. Pipita de nuevo anotó el tercero y, a raíz de este último grito, la necesidad de preservar nombres propios para la parada siguiente. Banega por Gago, Palacio por el nueve del doblete y Maximiliano Rodríguez en lugar de Pocho de París para terminar plantados 4-4-2. La venganza quedaba consumada. Con tres goles y valla invicta. Con creces.
En el predio de Ezeiza, tubos de oxígeno y cámara hiperbárica, símbolos de lo que se venía: la famosa altura de La Paz, el enemigo público número uno de los futbolistas argentinos en toda eliminatoria. Así lo demostraba la historia reciente. Pero para no repetir errores del pasado, Sabella pensó cada detalle. Es que, en el ciclo Maradona, había sido subestimado el peligro que implica jugar un partido de fútbol en esa geografía. Por eso el 1-6. Consigo el escandaloso ahogo de protagonistas y cuerpo técnico. Para afrontar los acontecimientos, el entrenador no sólo hizo hincapié en la preparación física sino también reparó en lo táctico. Porque Argentina no puede jugar de igual a igual frente a quienes están acostumbrados a desempeñarse a esa distancia del nivel del mar. No puedo moverse con las mismas armas que su rival. Por eso el técnico decidió llevar a la práctica con las figuras de Europa lo que había ensayado con los actores del medio local: líneas de cinco defensores, tres medios y dos delanteros. La primera compuesta por los laterales Peruzzi y Rodríguez y los centrales Campagnaro, Domínguez y Basanta. La segunda formada con Banega, Mascherano y Di María. La última integrada por la dupla Messi-Palacio. El encuentro comenzó desfavorable para el conjunto argentino pues Moreno Martins escribió una vez más su apellido en la planilla de goleadores. Pero el seleccionado no se desesperó por la desventaja y encontró en el final de la primera parte el tanto de la igualdad por la cabeza de Banega. La segunda mitad fue disputada con inteligencia por el elenco visitante. Inclusive no faltaron oportunidades para llevarse la victoria de suelo paceño. Lo importante: sumar fuera de casa con un esquema distinto, cumplir con el objetivo de no verse superado en el terreno por el contrincante a pesar de las dificultades ajenas de las virtudes futbolísticas de los de en frente. Conclusiones positivas desde el marcador y desde el juego ante la adversidad.