21 jul 2014

Desglose cronológico: 50 fechas de Riquelme en Boca Juniors

DESGLOSE CRONOLÓGICO: 50 FECHAS DE RIQUELME EN BOCA JUNIORS
                                                                          por Facundo Terrés Grimaldi


10.11.1996

Comienza el ROMANce. Riquelme debuta en Primera. Da sus primeros pasos en la Bombonera, frente a Unión de Santa Fe. Dirigido por Carlos Bilardo juega con el dorsal 8 en posición de diez. Es el vértice retrasado de un triángulo de organizadores que se completa con Diego Latorre y Roberto Pompei. El trivote favorece su cualidad técnica durante el desarrollo. Y desde un primer momento ofrece su repertorio: como una pared que construye con Fernando Cáceres en la mitad y finaliza con el propio marcador central dentro del área definiendo mano a mano ante el arquero rival.

24.11.1996

La boca llena de gol. En su tercer partido se produce la primera explosión. Su tanto es la frutilla del postre de una goleada a Huracán en Brandsen y del Valle Iberlucea. Con el encuentro 5-0 y, a falta de ocho minutos para el cierre del match, Román recibe un pase corto de Alphonse Tchami en la medialuna. Tiene tiro. La bola sale despedida de su pie derecho. Da primero en uno de los caños e inmediatamente después se pega a la red.

23.03.1997

El primer superclásico. Juega de ocho en el Monumental. Actúa durante los noventa minutos. En el famoso 3-3. Sobre el final del cotejo, sale Roberto Pompei y en su lugar ingresa Blas Giunta, pasando Román a ocupar el lugar de Tito. Como único diez.

24.08.1997

Verle la cara a Dios. Comienza el Apertura. El rival es Argentinos Juniors, el club donde surgieron ellos: Maradona y Riquelme. Román luce el número 9 en su espalda pero se ubica al lado de Pelusa, delante del tándem Berti-Toresani. Boca gana 4-2 en la primera fecha. Gol incluido de Diego de penal.

23.10.1997

Estreno internacional. Los reflectores comienzan a apuntar sobre su figura. Lleva la camisa 18 en el Mineirao de Belo Horizonte. Boca cae 1-2, aunque en la hora, consigue descontar pese a tener un hombre menos. Riquelme toma las riendas de un equipo plagado de suplentes. Ya es el jugador número doce.

25.10.1997

El heredero. Es el adiós definitivo de Maradona. En el Monumental, Boca se va 0-1 al descanso en un nuevo superclásico. En pleno vestuario, Diego le comunica a sus compañeros la decisión de dejar la actividad. Riquelme ingresa por el astro con la camiseta 20 al comenzar el complemento. El Xeneize termina dando vuelta el marcador gracias a un gol de Martín Palermo. Como un guiño de la historia.

31.05.1998

Cuenta nueva. Veira es parte del pasado. Asume de forma interina Carlos García Cambón. Son los albores de una racha: el todavía vigente récord de 40 partidos invicto. Román disfruta de un verdadero festival de fútbol y goles ante Gimnasia y Tiro de Salta, el día del debut de Sebastián Battaglia. A poco más de veinte minutos del cierre del encuentro, Riquelme juega en la posición de enganche tras la salida de Rodolfo Cardoso.

05.08.1998

Virreinato. Carlos Bianchi asume la dirección técnica del primer equipo. Román recibe la 10. Asume ahora la responsabilidad de conducir. Delante de Cagna, Serna y Navas. Es el enlace, el asistidor de Guillermo y Palermo. El nexo entre ellos. Por la Mercosur es derrota 0-1 ante Vélez Sarsfield.

09.08.1998 

Punto de partida. En Caballito y frente a Ferro Carril Oeste, repleto de confianza y con el partido 3-0, le es devuelta una pared que cae en la medialuna. Román se posiciona de diestro y remata de lleno. El remate sale bajo y esquinado. Es gol. Será costumbre. Victoria 4-2 en el Apertura. La obtención del campeonato es sólo una ilusión.

29.11.1998

El sueño es realidad. Es el turno del Boca campeón de todo. El Xeneize se consagra invicto ante Independiente en la Bombonera. Luego de poco más de un lustro, logra el título de manera categórica. Román es bandera. Es el protagonista de un equipo arrasador. Y Palermo es récord: señala 20 conquistas, otra marca vigente para un torneo corto. Muchos de esos goles llegan desde los pies del diez.

21.03.1999

Mucho más que dos. En el estadio José Amalfitani, Boca golea 3-0 a Argentinos. Riquelme marca su primer doblete. El tanto inaugural es de cabeza tras una magnífica triangulación de un conjunto aun sediento de triunfos. El colectivo enfila con destino gloria.

09.05.1999

Demoliendo contrincantes. Boca brilla. River Plate lo padece en la Bombonera. El equipo que sale de memoria supera a todo rival que ose arrancarle su condición de indemne. El Millonario no es la excepción que hace a la regla. El once de Bianchi es imbatible. Sus hinchas celebran cada jugada creada por Román. El Xeneize atrapa un nuevo clásico.

06.06.1999

Al Colón. Boca Juniors es bicampeón, hazaña que no conseguía desde el Metropolitano y Nacional de 1976 con la conducción de Toto Lorenzo. Riquelme es el director de una orquesta que toca los 40 partidos invictos, superando así, la marca del Racing de José. Bianchi pasa a la posteridad: entre muchos aciertos, por haberle entregado la batuta al diez.

12.12.1999

¡Showtime! Riquelme es el as de espadas. Y el de bastos. Es también el siete bravo. Todo lo puede. En una demostración brillante de fútbol asiste dos veces a Antonio Barijho y otra más a Rodolfo Arruabarrena. Estos tres pases terminan en goles. No conforme con ello, marca él también en una goleada 5-1 frente a Belgrano en Córdoba.

22.03.2000

Su obsesión. Riquelme hace su debut en la Copa Libertadores. Blooming recibe un cachetazo en la Bombonera. Román disfruta del traje de actor de reparto. Las luces se quedan con el póker de Alfredo Moreno. Los pases que recibe el nueve son dagas para los rivales y gritos del joven Charro. El partido es tenis: 6-1. Primer set. Apenas el comienzo.

09.05.2000

Fase de Knock-Out. Boca recibe a El Nacional de Ecuador en La Boca. Nuevo acto del torero. Asiste al mellizo Guillermo, a Arruabarrena y a Bermúdez en jugadas que terminan en gritos. Se la entrega en los pies a cuanto jugador se le cruza. Anota, además, su primer tanto en la competencia en un partido que finaliza 5-3. Más cerca de otro sueño. Uno de carácter continental.

24.05.2000

El caño a Yepes. Riquelme recibe de espaldas sobre un lateral, marcado y ya sin ninguna chance de descarga a un compañero, frota la lámpara. Sólo su genio hace que, segundos más tarde, se encuentre con pelota dominada unos metros delante de su sombra. Se la entrega a Delgado para que el Xeneize vulnere el score, convierte después de penal en uno de los superclásicos más importantes de la historia -sino el más-, se transforma en líder. River Plate y los Cuartos de Final son historia. Boca se cuela entre los cuatro mejores de América.

21.06.2000

Todo un inmenso país. En la tanda de penales en el Morumbí de San Pablo y, frente a Palmeiras, Boca vuelve a ser el mejor equipo de esta parte del mapa. Lo consigue luego de más de dos décadas. Los ojos del mundo se posan en Riquelme. El conjunto que formó Carlos Bianchi celebra. Pero todavía tiene hambre. No se empacha. Será tiempo de aguardar. De afrontar un nuevo certamen local, con la cabeza puesta en el Galáctico Real Madrid.

28.11.2000

Big In Japan. Todavía no transcurrieron cinco minutos de partido y Boca Juniors ya se encuentra 2-0 sobre el Real Madrid campeón de Champions League. El equipo de un Luis Figo asediado por Aníbal Matellán. La ventaja surge desde Riquelme. Recibe, aguanta, gira y vuelve a darse vuelta. Levanta la cabeza y encuentra a Palermo. El nueve a los ponchazos con su marcador Makelele, el Titán Martín definiendo al segundo palo de Casillas. ¿Después? El conductor dominando el trámite. Ganándose un lugar en la consideración de Barcelona. Volviendo loco al otrora perro de presa Geremi. Transformándolo en mascota. Los Xeneizes conquistan el mundo.

17.12.2000

Sin parar. América, el mundo, nuevamente la Argentina. Boca Juniors obtiene su tercer título doméstico en un año y medio. Derrota 1-0 a Estudiantes de la Plata y comienza a prepararse para asumir la defensa del logro americano. Riquelme siempre el conductor de un conjunto que lo recibe con los brazos abiertos. Barcelona tras sus pasos.

08.04.2001

Topo Gigio. Mauricio Macri lo tiene parado frente a su palco. El ingeniero observa cómo tras convertir de cabeza en el rebote de un tiro desde los doce pasos lleva el diez sus manos a sus orejas. “Acá estoy”, parece el líder marcarle el tempo al presidente. Boca vence 3-0 a River en la Bombonera. Riquelme exhibe ante millones fútbol. Y su personalidad.

13.06.2001

MVP. Para muchos el mejor partido de Román con la camiseta de Boca. Semifinal de Copa Libertadores. Otra vez Palmeiras en el camino. En esta ocasión en el coliseo Palestra Italia de San Pablo. Dieciséis minutos de match. Riquelme toma la pelota cerca del área, se hamaca y sale a pasear con ella. Elude un rival y, en el epílogo, saca un remate que se mete en un ángulo. Lidera luego a un once golpeado hasta la serie de penales. El diez primero y después el equipo acceden al choque decisivo.

28.06.2001

Bicampeón de América. Otra definición más desde los doce pasos. Cruz Azul es víctima del Boca todopoderoso. Riquelme sonríe ahora feliz en las alturas. Alcanza la cubre ante la multitud. Celebra con un gorro pintado de azul y oro. La hazaña es inmensa. El virreinato es un éxito.

27.11.2001

Tokio y me voy. Un Boca diezmado cuenta con el mejor Riquelme. La esperanza Xeneize se basa en el diez. Pero Bayern Munich tiene otros planes. Destruye en tiempo suplementario la ilusión de un pueblo: el bicampeonato del mundo. Román deja caer sus lágrimas en el césped del estadio Nacional. Carlos Bianchi lo consuela. Se acerca la despedida del Virrey.

16.12.2001

Donde hubo fuego. Bianchi dice adiós por primera vez. Lo hace ante Independiente en la Bombonera. Rival y lugar del primer título de la era inmensa. Riquelme está a la altura del acontecimiento. Marca doblete, asiste a sus compañeros, dibuja paisajes. Festeja uno de sus tantos acercándose al Virrey, le estrecha su mano, se funden en un abrazo. Barcelona más cerca.

17.02.2002

Cenizas quedan. Comienza el ciclo Oscar Tabárez. El Maestro observa los últimos meses del primer Riquelme, aquel que sabe emigrará al viejo continente. Román lucirá el diez sin Bianchi en el banco. Raro.

16.05.2002

Libro primero. Es la despedida de Riquelme. No será la única. De Boca Juniors a Barcelona. El Xeneize tropieza en Cuartos de Final ante Olimpia de Paraguay, equipo que a la postre será el nuevo campeón. Román parte hacia Europa con la promesa de regresar algún día. ROMANce en stand by.

18.02.2007

El retorno del rey. El conflicto con el Villarreal de Manuel Pellegrini le abre las puertas a un Román presto. Miguel Russo interpreta el mensaje desde el minuto cero. La vuelta se produce en el Alberto Armando, en la segunda fecha del Clausura. Con camiseta blanca de finas rayas azules, Riquelme muestra algunas pinceladas en un chato 1-1 ante Rosario Central.

01.03.2007

Amor a primera vista. Su retorno lo encuentra disputando de nuevo su torneo prioridad: la Libertadores. ¿El rival? Cienciano, conjunto peruano que supo ser verdugo de River Plate en una finalísima Sudamericana. Victoria 1-0 en La Boca. ¿Quién dijo que las segundas partes no son igual de buenas que las primeras?

20.06.2007

Goles son amores. Marca ante Vélez Sarsfield en Octavos, contra Libertad en Cuartos, frente a Deportivo Cúcuta en Semifinales. No podía dejar de aparecer en la Final. Versus Gremio. De tiro libre anota en el primer duelo, con sablazo cruzado al segundo palo grita allá en Brasil. Otra vez en la cima de América. La tercera. El conductor alza la Copa en un momento brillante. Llevándose el premio al mejor futbolista del certamen. Las cosas en su lugar.

10.02.2008

Siempre vuelve. Román parado seis meses. Al recuperarse, se pierde la Final ante Milan. Los burócratas lo impiden. Retorna. Otra vez ante Rosario Central. Ahora en Arroyito. En otra igualdad. Nuevamente 1-1 en el mes de febrero. Aunque en esta ocasión, ya sin Miguel Russo, con el viejo conocido Carlos Ischia.

04.06.2008

Buenas costumbres. Hasta las Semifinales de América. Hasta allí llega el sueño de la defensa del título continental. Fluminense derriba el barrilete. Boca Juniors y su líder Riquelme aguardan en el atrio. A punto el Xeneize de otra hazaña gigante.

27.08.2008

Tiempo de revancha. Boca obtiene la Recopa. Otro halago en el plano internacional. Vence a Arsenal de Sarandí en la Bombonera. Y Riquelme es parte fundamental. Un tiro libre del diez va a parar directo al palo, pega inmediatamente después en la espalda de Campestrini, al final la caprichosa se rinde cruzando la última línea. Se venía el Apertura. Consigo la posibilidad de volver a ser campeón en el ámbito local.

23.12.2008

Triangular. Román ve desde afuera la consagración de un nuevo título doméstico. Frente a Tigre. Es el cuarto logro de Riquelme en el país. El diez ya había hecho su parte en la primera batalla, ante San Lorenzo. Carlos Ischia continúa al frente de la dirección técnica. Es tiempo de pensar en tomarse revancha en el continente.

21.05.2009

Sorpresa y media. Defensor Sporting sacude a Boca en los Octavos de Final de la Libertadores. En plena Bombonera arruina el plan de Riquelme y compañía. La derrota produce un quiebre. El ciclo de Carlos Ischia está terminado. Se asoma el segundo mandato de Alfio Basile.

29.10.2009

Entre algodones. El semestre de Basile en Boca es una verdadera calamidad. Para colmo, frente a Chacarita Juniors, Riquelme se retira lesionado. Fascitis plantar, lesión tan poco frecuente como eterna. Román observa desde un palco cómo el proceso de su amigo Coco se diluye. Llega Abel Alves.

31.01.2010

De mal en peor. Si el período de Basile había resultado perjudicial para la vida de Boca, el de Alves es aun más dramático. Comienza con el pie izquierdo. Derrota 1-2 ante Argentinos Juniors en La Paternal. Caída que tiene como único punto alto el regreso de Riquelme, golazo incluido.

16.11.2010

Un puñado de partidos. Sólo eso puede disfrutar Claudio Borghi de Román. El entrenador no da pie con bola. Se agota su tiempo en un abrir y cerrar de ojos. El diez sigue de mal en peor con las lesiones. El estandarte da un paso al costado en el entretiempo de un nuevo clásico. Bichi renuncia más tarde en el Monumental.

13.02.2011

El Emperador. Debut de Julio Falcioni, dura derrota en casa 1-4 ante Godoy Cruz. Riquelme es señalado con el índice la tarde inaugural. La nueva conducción lo reconoce responsable. Lo que sigue son declaraciones, cruces verbales, la salida temporal del diez del equipo. Nuevos debates. Posterior inclusión en el once. La gente jugando a favor del ídolo. En contra del técnico. Así será hasta el final.

15.05.2011

Titán. En el último clásico de Palermo, el gol de cabeza del propio Martín. River queda en zona de Promoción, circunstancia que se mantendrá hasta el final del certamen. Riquelme colabora como puede en aquella victoria 2-0 en la Bombonera.

04.12.2011

Relación de dependencia. Siguen las idas y las vueltas entre Falcioni y Riquelme. Sin embargo, ambos parecen rebuscárselas. Al menos lo suficiente como para obtener un título doméstico que los depositaba en la Copa Libertadores del año siguiente. Festejo que resulta doble para la hinchada Xeneize, dada la condición del vecino River: que peleaba por ascender y todavía tenía por delante un largo trecho militando en la segunda categoría.

14.02.2012

San Valentín. El día de los enamorados encuentra a Riquelme y a Falcioni, juntos, enfrentando a Zamora. El partido termina en cero. Una bomba estalla en el vestuario producto de una sucesión de malos entendidos. El plantel se divide. El entrenador renuncia in situ. Luego vuelve sobre sus pasos. Tensa calma.

04.07.2012

Bajo su influencia. Goles a Unión Española en los encuentros de Octavos, papel preponderante tanto ante Fluminense en los Cuartos como frente a Universidad de Chile en las Semifinales, Riquelme vuelve a disputar una Final de Copa Libertadores. La cuarta. Pero antes de jugarla: Facundo Roncaglia no arregla con el club y se ausenta, Román les comunica a los suyos su no continuidad tras el decisivo. Corinthians se torna un rival imposible. Demasiados problemas. El diez cuelga la azul y oro en conflicto con el entrenador Falcioni y el presidente Angelici.

03.03.2013

En boca de todos. Nuevo regreso de Riquelme. Vuelve para sufrir junto a Bianchi. Así lo declara tras un clásico veraniego. Aparece en una derrota 1-3 con Unión de Santa Fe, aquel rival al que había enfrentado en su debut en Primera, casi diecisiete años atrás.

29.05.2013

Golpe de gracia. El irregular recorrido del primer semestre del Boca de Bianchi -parte tres-, tiene su corolario en los Cuartos de Final. Ante Newell´s en Rosario. Riquelme falla en su primera ejecución en una tanda de penales eterna. Luego convierte en su segundo intento. No alcanza. Por primera vez el Virrey se queda afuera del partido decisivo dirigiendo al Xeneize en una Copa Libertadores.

19.06.2013

Ni el tiro del final. Boca es eliminado por All Boys al caer 1-3, escurriéndose entonces, la oportunidad de defender el título de la Copa Argentina. El Xeneize lucha además por no terminar último en la tabla del torneo Final, circunstancia que supera sin sobrarle nada.

23.02.2014

Zona de promesas. Román regresa. Vence un rato a las lesiones bajo el cálido aplauso de su gente. Ingresa unos minutos ante Estudiantes de La Plata y, en ése lapso, ayuda al equipo a obtener la victoria protegiendo el balón en un momento delicado. Hasta tiene la oportunidad para estirar el marcador. Una Bombonera repleta lo despide con otra ovación.

05.03.2014

Presente. Con su juego, Boca vuelve a creer. Le marca de penal a Olimpo de Bahía Blanca en su primer partido de titular tras cuatro meses de inactividad. El Xeneize gana una vez más con él.

30.03.2014

Magia. Boca pierde 0-1 ante River en la Bombonera. Hasta que el genio lo empata a través de un exquisito tiro libre. El diez deja su sello en su último clásico. Abandona la cancha con la igualdad parcial. El Millonario se quedará luego con el súper, después de una década sin poder lograrlo en condición de visitante. 

11.05.2014

Hasta luego. Triunfo 3-1 sobre Lanús y adiós de Román. Salida definitiva del club de sus amores con un último destello: una pelota que recibe de espaldas al arco y que termina en habilitación a un compañero, un pase sin tocar el balón, dejándolo correr entre sus piernas. La historia lo ubica en un lugar privilegiado. Allá en lo alto. Riquelme jugará en Argentinos, el cuadro que lo vio nacer.

14 jul 2014

Un verano brasileño

"Mientras el Diego lloraba, y mientras los alemanes recibían la copa, yo me sentí como la Cenicienta a las doce y un minuto. (...) Supe que se había roto el hechizo. Y que Victoria debía estar despertando también del suyo".
                                                                 Eduardo Sacheri, Un verano italiano


UN VERANO BRASILEÑO
                                               por Facundo Terrés Grimaldi

Tanto tiempo pasó desde la última vez que la gloriosa camiseta albiceleste participó de una Final del Mundo que no supe ver. Quizás mi ceguera (de colores) se halle correspondida en aquello de cruzar el Rubicón. Lo más probable es que se relacione, sí, con los veinticuatro años de frustraciones. Esa inmensa batería de sueños que se evaporaron en un abrir y cerrar de ojos. De frustraciones que minaron dos décadas y un puñado de monedas que no llegaron a ser lustro por un suspiro. Pero que mañana podrán identificarse en bodas de plata si no se está a la altura. Como se estuvo. Lo cierto es que, en estos días, sólo vi coincidencias entre este equipo y el del ochenta y seis. Innumerables puntos de contacto entre los hombres de ayer y los de hoy. Y no es que siempre proceda de la misma forma. No es que compare porque sí. En esta ocasión juro que, en el puño apretado gritando por Argentina, sostenía la bandera de la previsión estratégico-táctica del conductor. Insignia que hice flamear con orgullo después de mucho tiempo. A partir de la seguridad que implicaba poseer dicho argumento. Sin lugar a dudas el más valioso desde que nos cortaron las piernas. Además, nuestro diez, volvía a lucir la cinta de líder. El símbolo, el mejor de todos portaba ahora la enseña que Diego nos legó. Cómo no creer.  

Para el debut, Sabella me y nos sorprendió con la idea de pararse en el campo con cinco defensores. Justo cuando pensaba y creíamos que iba a plantar el esquema que tanto resultado le había dado. El que y lo había llevado de la mano a Río de Janeiro. El que había dejado contento a Lionel. No. Alejandro nos sacudía con la novedad. Aunque, releyendo, pronto entendí el concepto: si tiempo atrás ante el mismo rival la jugada le había salido, qué fuerza impedía sucediera lo contrario en esta oportunidad. Podría decirse ahora, por qué no advertirlo con el hecho consumado, que el (poco) tiempo le dio (en parte) la razón: una pelota parada bien ejecutada por el genio fue conectada por un adversario y nos entregó la primera alegría. Desde el vestuario. Pero cuando parecía que se venía lo mejor, se vio lo peor del seleccionado. Nervioso, impreciso, Argentina cedió los espacios al rival. No supo aprovechar la ventaja. Y finalizados los primeros cuarenta y cinco minutos del Mundial, el entrenador vio lo que nosotros observamos. Cambió. Entró Gago. Ahora sí. Con la presencia del mejor ladero del número uno, otro cantar. Aparte, se retiraba un defensor y no sólo aparecía Higuaín sino también el juego asociado. Del 5-3-2 al 4-3-3. Es así que el panorama dio un vuelco. El plan B a la orden. Pase del cinco al diez. Gambeta del fenómeno hacia adelante, pared con el nueve en la puerta del área, nuevo slalom del capitán de derecha a izquierda y gol del Barça. O, mejor dicho, tanto argentino con sello culé. En diez minutos, historia liquidada. Trámite que pudo haberse estirado en el score. Mas finalizó con sufrimiento. Por un par de ocasiones malogradas y por la daga a la espalda de los Zabaleta y los Fernández que dejó a Romero sin chances en el cara a cara. Sufrida victoria final, 4-4-2 incluido con el por entonces actor de reparto Biglia entre los once, en la agonía. Triunfo al fin. ¿El técnico? Asumiendo y diciendo el error inicial pero, a su vez, demostrando aquello de ver antes (preveer) y cambiar (la estrategia y/o la táctica) si es que la idea no sale como se pretende.

Durante la semana, mayoría de voces criticando la decisión inicial del Cuerpo Técnico. Supremacía de comentarios destructivos. Escaso o nulo reconocimiento al giro que se observó en el complemento ¡del primer partido! de una Copa del Mundo. Demasiado. Todavía había tiempo para mejorar. Además, preferible siempre equivocarse así: con los tres puntos, con margen de error. El 5-3-2 fue enterrado en las playas de Copacabana tal como le escuché decir y reiterar a un sabio colega tras el debut. Resurgió el 4-3-3. El Grupo de los Seis (G6) a pleno. Esos dos triángulos fantásticos: el equilátero conformado por Gago-Mascherano-Di María y el isósceles integrado por Messi-Higuaín-Agüero. La débil Irán en frente. Parecía el mejor momento para ejecutar el Plan Madre. Parecía. Hete aquí que el equipo, con toque y retoque, continuó jugando como frente a Bosnia: mal. Y no sólo porque el rival mostraba lo mejor de sí al defenderse a la perfección sin el balón o porque ocupaba más y mejor los espacios, sino porque los nuestros no sabían cómo penetrar la barrera pergeñada por los ellos, a la manera de Oesterheld. Pero tanto fue al cántaro a la fuente, que al final se rompió. De tanto ir, aunque más de guapo que de otra cosa, la pelota encontró al que mejor la sabe tratar. O el astro resolvió ir al encuentro de ella. Sobre el final de la contienda se cruzaron. Ella y él. Y el cuento terminó como casi siempre: con un contrincante desparramado, observando de cuclillas cómo el balón que se incrustó en lo alto de las redes, cayó detrás del cuerpo de su arquero. Otro triunfo por la mínima. Pasar por caja y cobrar. Seis puntos. Clasificación. Otra vez con Biglia en el once del cierre.

Que Sabella no encuentra el equipo, que no jugamos contra nadie y que si seguimos así nos volvemos a casa como en los últimos cinco Mundiales. Que olvidáte de la Final, que no llegamos ni loco, que no están bien utilizados nuestros recursos técnicos. Que somos Messi-dependientes. Que no puede ser que si no aparece el diez no juguemos a nada. Nadie y nada, eso éramos. Hasta el encuentro con Nigeria. Primer minuto de partido, nuevo grito en el amanecer. Enorme pase al claro de Mascherano a Di María, remate de Fideo al primer palo y posterior rebote entre el arquero y su caño más cercano, capitalizados con maestría por el capitán. Tranquilidad que duró segundos. Porque una nueva puñalada en el reducto donde se desenvuelven el cuatro y el dos terminó en empate. Aunque Argentina, lejos de desmoralizarse por el impacto, siguió yendo al frente. Y fue bien. Lo hizo de manera tan eficiente que encontró premio en el final de la primera etapa. Ya Enyeama había podido, alla Sudáfrica, contra el fenómeno en un primer tiro libre que descolgó de un ángulo. No lo logró en el segundo intento. Lionel afinó su fina puntería. Acomodó el balón. Levantó su cabeza observando la postura del verdugo. Volvió a acomodar y mirar al uno. Acarició después la pelota. Que tomo una dirección imposible. Que fue a parar al segundo poste. Así: entre el cuerpo inerte de la ahora víctima y el palo. Ahí. Tercer choque, cuarta diana. Pero, a la sazón, volvió a aparecer Musa. Tras un pase de Gago. Sí, de los propios sobre otro hueco de nuestra defensa. Esta vez en el sector Garay-Rojo. Nueva igualdad, renovada la posibilidad de ir en busca del triunfo, una vez más. Tan solo cinco minutos después, córner perfecto del doble goleador del match al corazón del área, aparición estelar de Marcos Rojo. Como redimiéndose rápido del error cometido al no clausurar la hendija que permitió los africanos celebraran la efímera paridad. Halago vía la rodilla del lateral izquierdo. Mucho por mejorar aun. Conjunto invicto. Nueve puntos sobre nueve en disputa conseguidos. De esta manera camino a la Fase de Knock-Out.

Luego del triunfo por la mínima contra Irán y de muchas otras conclusiones, el director de la orquesta y sus músicos, bien sabían que no era tiempo de subestimar a ningún rival. En realidad, lo supieron desde un principio, la experiencia los llevo a considerarlo aun más después de superada la Primera Ronda. Una falla, aunque mínima de allí en más, y arriba del avión. Sin más. Sin nada. Tocaba Suiza. Para enfrentarla, mismo conjunto que el del segundo y el tercer partido. La ausencia de Agüero, desgarrado, como la excepción que hace a la regla. La inclusión de Lavezzi por Kun. Con Pocho en el medio, intercambiándose la banda con Di María. Atacando con posesión y defendiendo cuando la bola la monopoliza el adversario. De triángulo a rombo, la mitad. Con Gago corrido definitivamente hacia el centro. Mejor Argentina en los noventa. Con múltiples ocasiones de vulnerar el tanteador. La albiceleste al borde. En la orilla. Intacta la posibilidad de morir ahogados como en los años próximos pasados. La chance también de seguir en carrera. La segunda opción hecha realidad cuando pensábamos en los penales. Cuando repasábamos apellidos de posibles ejecutantes. Por un robo de Palacio en el mediocampo, la entrega a Messi, otra genialidad de Lionel para dejar en el camino a tanto suizo y el pase a un Di María que definió de zurda desde el perfil invertido. Cruzándosela a Benaglio. Entrando la bocha mansa junto al caño opuesto a la estirada del guardameta. ¿Después? Una pelota parada en favor de los helvéticos que no fue empate de milagro. Otro tiro libre de los rojos en la hora que fue despejado por los nuestros. ¿Doce pasos? Otro día. Esa vez no. A continuar soñando.

Que el sorteo nos favoreció. Que el equipo todavía no jugó contra nadie. Que se le ganó sufriendo a Suiza. Que no es potencia. Que recién ahora vamos a enfrentar a un país que medianamente sabe. Mermaron las críticas. Estábamos en Cuartos. Como en 1998, 2006 y el Mundial pasado. A pasos del Rubicón, el río por el que tuvo que atravesar el César en pos de la conquista de la Galia toda. Esa figura utilizó Sabella. Era el momento de cruzar el umbral. Y para hacerlo, el conductor decidió cambiar. De aquí en más, Argentina sería otra. "Como en el ochenta y seis, cuando entró Enrique pese a haber ganado 1-0 en Octavos", pensé. Biglia ahora titular. El hombre que había sido suplente pero había ingresado siempre. Ahora desde el arranque. "Como Olarticoechea en México, cuando entró al once, no salió más", me dije en voz alta. Con Demichelis en la zaga. Él, que había sido blanco de críticas cuando la selección no era lo que terminó siendo, que entró por la ventana a la lista. Que se volvió a internar en los definitivos veintitrés. El defensor campeón de Manchester City que conocía de memoria a todos los delanteros de Bélgica por haberlos enfrentado la última temporada. Basanta de lateral izquierdo por el suspendido y exhausto Rojo. Trueque que vino bien por ese último factor. Faltaba el gol de Higuaín. Llegó el tanto de Pipita. Rodeo de Messi en la mitad provocando la distracción de la última línea roja, pase a Di María, rebote en un defensor europeo y ulterior volea de derecha y de primera del ariete. A gritarlo con el alma. A defender el cruce en las aguas, a conseguir el primer objetivo, a lograr lo que no se había podido en veintitantos años. Pudo gritar de nuevo Lionel pero Courtois ahogó el alarido en el minuto noventa. Terminó 1-0, otra vez. A festejar. Ante los belgas, "como en el Azteca", murmuré por lo bajo.

Otro rival del Viejo Continente en Semifinales. Para continuar con el rito de las coincidencias. Holanda, donde todo había comenzado. Van Gaal de un lado, Sabella del otro, las críticas habían disminuido a niveles insospechados días antes. Aunque todavía algunos solían decir que recién ahora jugábamos contra alguien. Que antes no. Que la tómbola nos convino. Que "gracias, Don Julio", les faltó agregar. Aun quedaba un paso más por dar. En frente, Robben y Van Persie, la foto del otrora campeón Casillas de rodillas ante los naranjas. Con esos entrenadores, el partido iba a ser ajedrez. Lo fue. En los noventa, mejor Argentina pese a la dolorosa ausencia del también desgarrado Di María. En el ciento veinte, también. Con la posibilidad desperdiciada a cuestas de Palacio, en los confines del área, cabeceando una pelota que nunca bajó. Eligiendo y definiendo mal. Aquella situación como una muestra gratis de lo que sería. A los penales. Ahora sí. Tocaba. Alejandro alentando a los propios, mirando a los ojos a posibles ejecutantes. Ellos agachando la cabeza o afirmando que sí, que pateaban, que ojalá se les diera. Mascherano, gladiador si los hay, arengando al arquero Romero. Diciéndole que hoy se transformaba en héroe. Chiquito haciéndole caso al Jefe. Deteniendo la ejecución del inefable Vlaar. Messi poniendo al frente al seleccionado desde los doce pasos. Robben igualando las acciones para no ser menos. Garay fusilando al uno de ellos. Nuestro amarillo guardavalla dejando en ridículo a Sneijder, dejándonos cerca del pase a la Final. Agüero adentro con esfuerzo, con la pierna a la miseria, pero dentro del arco. Kuyt acertando. Primer match-point. Maximiliano Rodríguez caminando esos metros de la verdad. Llegando a la pelota. Corriéndose levemente a su izquierda, para perfilarse de diestro e impulsar el balón con la fuerza de cuarenta millones de tipos. Bola que sale como chicotazo, da en el guante de Cillessen, vuela eficaz de abajo hacia arriba, va a parar al travesaño y termina por colarse con potencia. Algarabía. Locura. Cuando di por finalizado el delirio y observé a los nuestros todavía empapados en festejos, pensé un segundo en cómo había sido el recorrido del noventa: 1-0 en Octavos, sufriendo ante otro europeo en los Cuartos, encontrándonos con otros en Semifinales y definiendo a suerte y verdad en el cara a cara. Otra vez Alemania. ¿Como en el ochenta y seis o en el noventa? La suerte estaba echada, como había dicho César antes de cruzar... ¡el Rubicón!

La estadística decía que sólo Brasil había podido ante el rival que le tocó pos definición por penales en una Copa. Desde el Francia 1998 en adelante. Los fríos números indicaban también que la local Canarinha dejaba el precedente en este mismo Mundial, para variar. Por qué no creer que podía repetirse la suerte de los brasileños. Por qué habrá sido que perdieron con los teutones. Comiéndose siete goles. Dejándolos prestos, agrandados por la hazaña. La Final de Italia, los Cuartos en su torneo y los penales, los Cuartos de nuevo en Sudáfrica. Ése último antecedente mundialista que alarmaba, el 0-4 de Ciudad del Cabo. Al Maracaná contra los blancos. Nosotros con la azul. "Como en el noventa", balbuceé. "Tiene que ser como en el ochenta y seis", dije casi por encima de la primera sentencia. "¿Como el ochenta y seis, qué? Como en México contra los uruguayos o frente a los ingleses con esa otra casaca azul, la de los goles (sendos guantes) con la mano de Diego. Sostuve a último momento que era el turno de Messi. Y pudo serlo en el desarrollo: esa bocha que definió con toque tras habilitarse de cabeza y que sacaron Neuer y Boateng sobre la línea durante el primer tiempo, esa otra bola que salió cruzada en el segundo poste en el complemento, ése cabezazo forzado cuando ya estábamos los cuarenta millones de argentinos 0-1 por culpa de Götze, ése tiro libre que dio en una nube y regresó al campo de juego en una lágrima. "Como en el noventa, fue, nomás". No lo dije, lo sufrí. Lo sufrimos. Victoria se había ido. Como en el cuento de Sacheri. Ése que nos cuenta Apo cuando le damos play (una vez de tanto en tanto) en YouTube. ¿El fútbol? Es tan hermoso que siempre da revancha. Como en el ochenta y seis.