21 jul 2014

Desglose cronológico: 50 fechas de Riquelme en Boca Juniors

DESGLOSE CRONOLÓGICO: 50 FECHAS DE RIQUELME EN BOCA JUNIORS
                                                                          por Facundo Terrés Grimaldi


10.11.1996

Comienza el ROMANce. Riquelme debuta en Primera. Da sus primeros pasos en la Bombonera, frente a Unión de Santa Fe. Dirigido por Carlos Bilardo juega con el dorsal 8 en posición de diez. Es el vértice retrasado de un triángulo de organizadores que se completa con Diego Latorre y Roberto Pompei. El trivote favorece su cualidad técnica durante el desarrollo. Y desde un primer momento ofrece su repertorio: como una pared que construye con Fernando Cáceres en la mitad y finaliza con el propio marcador central dentro del área definiendo mano a mano ante el arquero rival.

24.11.1996

La boca llena de gol. En su tercer partido se produce la primera explosión. Su tanto es la frutilla del postre de una goleada a Huracán en Brandsen y del Valle Iberlucea. Con el encuentro 5-0 y, a falta de ocho minutos para el cierre del match, Román recibe un pase corto de Alphonse Tchami en la medialuna. Tiene tiro. La bola sale despedida de su pie derecho. Da primero en uno de los caños e inmediatamente después se pega a la red.

23.03.1997

El primer superclásico. Juega de ocho en el Monumental. Actúa durante los noventa minutos. En el famoso 3-3. Sobre el final del cotejo, sale Roberto Pompei y en su lugar ingresa Blas Giunta, pasando Román a ocupar el lugar de Tito. Como único diez.

24.08.1997

Verle la cara a Dios. Comienza el Apertura. El rival es Argentinos Juniors, el club donde surgieron ellos: Maradona y Riquelme. Román luce el número 9 en su espalda pero se ubica al lado de Pelusa, delante del tándem Berti-Toresani. Boca gana 4-2 en la primera fecha. Gol incluido de Diego de penal.

23.10.1997

Estreno internacional. Los reflectores comienzan a apuntar sobre su figura. Lleva la camisa 18 en el Mineirao de Belo Horizonte. Boca cae 1-2, aunque en la hora, consigue descontar pese a tener un hombre menos. Riquelme toma las riendas de un equipo plagado de suplentes. Ya es el jugador número doce.

25.10.1997

El heredero. Es el adiós definitivo de Maradona. En el Monumental, Boca se va 0-1 al descanso en un nuevo superclásico. En pleno vestuario, Diego le comunica a sus compañeros la decisión de dejar la actividad. Riquelme ingresa por el astro con la camiseta 20 al comenzar el complemento. El Xeneize termina dando vuelta el marcador gracias a un gol de Martín Palermo. Como un guiño de la historia.

31.05.1998

Cuenta nueva. Veira es parte del pasado. Asume de forma interina Carlos García Cambón. Son los albores de una racha: el todavía vigente récord de 40 partidos invicto. Román disfruta de un verdadero festival de fútbol y goles ante Gimnasia y Tiro de Salta, el día del debut de Sebastián Battaglia. A poco más de veinte minutos del cierre del encuentro, Riquelme juega en la posición de enganche tras la salida de Rodolfo Cardoso.

05.08.1998

Virreinato. Carlos Bianchi asume la dirección técnica del primer equipo. Román recibe la 10. Asume ahora la responsabilidad de conducir. Delante de Cagna, Serna y Navas. Es el enlace, el asistidor de Guillermo y Palermo. El nexo entre ellos. Por la Mercosur es derrota 0-1 ante Vélez Sarsfield.

09.08.1998 

Punto de partida. En Caballito y frente a Ferro Carril Oeste, repleto de confianza y con el partido 3-0, le es devuelta una pared que cae en la medialuna. Román se posiciona de diestro y remata de lleno. El remate sale bajo y esquinado. Es gol. Será costumbre. Victoria 4-2 en el Apertura. La obtención del campeonato es sólo una ilusión.

29.11.1998

El sueño es realidad. Es el turno del Boca campeón de todo. El Xeneize se consagra invicto ante Independiente en la Bombonera. Luego de poco más de un lustro, logra el título de manera categórica. Román es bandera. Es el protagonista de un equipo arrasador. Y Palermo es récord: señala 20 conquistas, otra marca vigente para un torneo corto. Muchos de esos goles llegan desde los pies del diez.

21.03.1999

Mucho más que dos. En el estadio José Amalfitani, Boca golea 3-0 a Argentinos. Riquelme marca su primer doblete. El tanto inaugural es de cabeza tras una magnífica triangulación de un conjunto aun sediento de triunfos. El colectivo enfila con destino gloria.

09.05.1999

Demoliendo contrincantes. Boca brilla. River Plate lo padece en la Bombonera. El equipo que sale de memoria supera a todo rival que ose arrancarle su condición de indemne. El Millonario no es la excepción que hace a la regla. El once de Bianchi es imbatible. Sus hinchas celebran cada jugada creada por Román. El Xeneize atrapa un nuevo clásico.

06.06.1999

Al Colón. Boca Juniors es bicampeón, hazaña que no conseguía desde el Metropolitano y Nacional de 1976 con la conducción de Toto Lorenzo. Riquelme es el director de una orquesta que toca los 40 partidos invictos, superando así, la marca del Racing de José. Bianchi pasa a la posteridad: entre muchos aciertos, por haberle entregado la batuta al diez.

12.12.1999

¡Showtime! Riquelme es el as de espadas. Y el de bastos. Es también el siete bravo. Todo lo puede. En una demostración brillante de fútbol asiste dos veces a Antonio Barijho y otra más a Rodolfo Arruabarrena. Estos tres pases terminan en goles. No conforme con ello, marca él también en una goleada 5-1 frente a Belgrano en Córdoba.

22.03.2000

Su obsesión. Riquelme hace su debut en la Copa Libertadores. Blooming recibe un cachetazo en la Bombonera. Román disfruta del traje de actor de reparto. Las luces se quedan con el póker de Alfredo Moreno. Los pases que recibe el nueve son dagas para los rivales y gritos del joven Charro. El partido es tenis: 6-1. Primer set. Apenas el comienzo.

09.05.2000

Fase de Knock-Out. Boca recibe a El Nacional de Ecuador en La Boca. Nuevo acto del torero. Asiste al mellizo Guillermo, a Arruabarrena y a Bermúdez en jugadas que terminan en gritos. Se la entrega en los pies a cuanto jugador se le cruza. Anota, además, su primer tanto en la competencia en un partido que finaliza 5-3. Más cerca de otro sueño. Uno de carácter continental.

24.05.2000

El caño a Yepes. Riquelme recibe de espaldas sobre un lateral, marcado y ya sin ninguna chance de descarga a un compañero, frota la lámpara. Sólo su genio hace que, segundos más tarde, se encuentre con pelota dominada unos metros delante de su sombra. Se la entrega a Delgado para que el Xeneize vulnere el score, convierte después de penal en uno de los superclásicos más importantes de la historia -sino el más-, se transforma en líder. River Plate y los Cuartos de Final son historia. Boca se cuela entre los cuatro mejores de América.

21.06.2000

Todo un inmenso país. En la tanda de penales en el Morumbí de San Pablo y, frente a Palmeiras, Boca vuelve a ser el mejor equipo de esta parte del mapa. Lo consigue luego de más de dos décadas. Los ojos del mundo se posan en Riquelme. El conjunto que formó Carlos Bianchi celebra. Pero todavía tiene hambre. No se empacha. Será tiempo de aguardar. De afrontar un nuevo certamen local, con la cabeza puesta en el Galáctico Real Madrid.

28.11.2000

Big In Japan. Todavía no transcurrieron cinco minutos de partido y Boca Juniors ya se encuentra 2-0 sobre el Real Madrid campeón de Champions League. El equipo de un Luis Figo asediado por Aníbal Matellán. La ventaja surge desde Riquelme. Recibe, aguanta, gira y vuelve a darse vuelta. Levanta la cabeza y encuentra a Palermo. El nueve a los ponchazos con su marcador Makelele, el Titán Martín definiendo al segundo palo de Casillas. ¿Después? El conductor dominando el trámite. Ganándose un lugar en la consideración de Barcelona. Volviendo loco al otrora perro de presa Geremi. Transformándolo en mascota. Los Xeneizes conquistan el mundo.

17.12.2000

Sin parar. América, el mundo, nuevamente la Argentina. Boca Juniors obtiene su tercer título doméstico en un año y medio. Derrota 1-0 a Estudiantes de la Plata y comienza a prepararse para asumir la defensa del logro americano. Riquelme siempre el conductor de un conjunto que lo recibe con los brazos abiertos. Barcelona tras sus pasos.

08.04.2001

Topo Gigio. Mauricio Macri lo tiene parado frente a su palco. El ingeniero observa cómo tras convertir de cabeza en el rebote de un tiro desde los doce pasos lleva el diez sus manos a sus orejas. “Acá estoy”, parece el líder marcarle el tempo al presidente. Boca vence 3-0 a River en la Bombonera. Riquelme exhibe ante millones fútbol. Y su personalidad.

13.06.2001

MVP. Para muchos el mejor partido de Román con la camiseta de Boca. Semifinal de Copa Libertadores. Otra vez Palmeiras en el camino. En esta ocasión en el coliseo Palestra Italia de San Pablo. Dieciséis minutos de match. Riquelme toma la pelota cerca del área, se hamaca y sale a pasear con ella. Elude un rival y, en el epílogo, saca un remate que se mete en un ángulo. Lidera luego a un once golpeado hasta la serie de penales. El diez primero y después el equipo acceden al choque decisivo.

28.06.2001

Bicampeón de América. Otra definición más desde los doce pasos. Cruz Azul es víctima del Boca todopoderoso. Riquelme sonríe ahora feliz en las alturas. Alcanza la cubre ante la multitud. Celebra con un gorro pintado de azul y oro. La hazaña es inmensa. El virreinato es un éxito.

27.11.2001

Tokio y me voy. Un Boca diezmado cuenta con el mejor Riquelme. La esperanza Xeneize se basa en el diez. Pero Bayern Munich tiene otros planes. Destruye en tiempo suplementario la ilusión de un pueblo: el bicampeonato del mundo. Román deja caer sus lágrimas en el césped del estadio Nacional. Carlos Bianchi lo consuela. Se acerca la despedida del Virrey.

16.12.2001

Donde hubo fuego. Bianchi dice adiós por primera vez. Lo hace ante Independiente en la Bombonera. Rival y lugar del primer título de la era inmensa. Riquelme está a la altura del acontecimiento. Marca doblete, asiste a sus compañeros, dibuja paisajes. Festeja uno de sus tantos acercándose al Virrey, le estrecha su mano, se funden en un abrazo. Barcelona más cerca.

17.02.2002

Cenizas quedan. Comienza el ciclo Oscar Tabárez. El Maestro observa los últimos meses del primer Riquelme, aquel que sabe emigrará al viejo continente. Román lucirá el diez sin Bianchi en el banco. Raro.

16.05.2002

Libro primero. Es la despedida de Riquelme. No será la única. De Boca Juniors a Barcelona. El Xeneize tropieza en Cuartos de Final ante Olimpia de Paraguay, equipo que a la postre será el nuevo campeón. Román parte hacia Europa con la promesa de regresar algún día. ROMANce en stand by.

18.02.2007

El retorno del rey. El conflicto con el Villarreal de Manuel Pellegrini le abre las puertas a un Román presto. Miguel Russo interpreta el mensaje desde el minuto cero. La vuelta se produce en el Alberto Armando, en la segunda fecha del Clausura. Con camiseta blanca de finas rayas azules, Riquelme muestra algunas pinceladas en un chato 1-1 ante Rosario Central.

01.03.2007

Amor a primera vista. Su retorno lo encuentra disputando de nuevo su torneo prioridad: la Libertadores. ¿El rival? Cienciano, conjunto peruano que supo ser verdugo de River Plate en una finalísima Sudamericana. Victoria 1-0 en La Boca. ¿Quién dijo que las segundas partes no son igual de buenas que las primeras?

20.06.2007

Goles son amores. Marca ante Vélez Sarsfield en Octavos, contra Libertad en Cuartos, frente a Deportivo Cúcuta en Semifinales. No podía dejar de aparecer en la Final. Versus Gremio. De tiro libre anota en el primer duelo, con sablazo cruzado al segundo palo grita allá en Brasil. Otra vez en la cima de América. La tercera. El conductor alza la Copa en un momento brillante. Llevándose el premio al mejor futbolista del certamen. Las cosas en su lugar.

10.02.2008

Siempre vuelve. Román parado seis meses. Al recuperarse, se pierde la Final ante Milan. Los burócratas lo impiden. Retorna. Otra vez ante Rosario Central. Ahora en Arroyito. En otra igualdad. Nuevamente 1-1 en el mes de febrero. Aunque en esta ocasión, ya sin Miguel Russo, con el viejo conocido Carlos Ischia.

04.06.2008

Buenas costumbres. Hasta las Semifinales de América. Hasta allí llega el sueño de la defensa del título continental. Fluminense derriba el barrilete. Boca Juniors y su líder Riquelme aguardan en el atrio. A punto el Xeneize de otra hazaña gigante.

27.08.2008

Tiempo de revancha. Boca obtiene la Recopa. Otro halago en el plano internacional. Vence a Arsenal de Sarandí en la Bombonera. Y Riquelme es parte fundamental. Un tiro libre del diez va a parar directo al palo, pega inmediatamente después en la espalda de Campestrini, al final la caprichosa se rinde cruzando la última línea. Se venía el Apertura. Consigo la posibilidad de volver a ser campeón en el ámbito local.

23.12.2008

Triangular. Román ve desde afuera la consagración de un nuevo título doméstico. Frente a Tigre. Es el cuarto logro de Riquelme en el país. El diez ya había hecho su parte en la primera batalla, ante San Lorenzo. Carlos Ischia continúa al frente de la dirección técnica. Es tiempo de pensar en tomarse revancha en el continente.

21.05.2009

Sorpresa y media. Defensor Sporting sacude a Boca en los Octavos de Final de la Libertadores. En plena Bombonera arruina el plan de Riquelme y compañía. La derrota produce un quiebre. El ciclo de Carlos Ischia está terminado. Se asoma el segundo mandato de Alfio Basile.

29.10.2009

Entre algodones. El semestre de Basile en Boca es una verdadera calamidad. Para colmo, frente a Chacarita Juniors, Riquelme se retira lesionado. Fascitis plantar, lesión tan poco frecuente como eterna. Román observa desde un palco cómo el proceso de su amigo Coco se diluye. Llega Abel Alves.

31.01.2010

De mal en peor. Si el período de Basile había resultado perjudicial para la vida de Boca, el de Alves es aun más dramático. Comienza con el pie izquierdo. Derrota 1-2 ante Argentinos Juniors en La Paternal. Caída que tiene como único punto alto el regreso de Riquelme, golazo incluido.

16.11.2010

Un puñado de partidos. Sólo eso puede disfrutar Claudio Borghi de Román. El entrenador no da pie con bola. Se agota su tiempo en un abrir y cerrar de ojos. El diez sigue de mal en peor con las lesiones. El estandarte da un paso al costado en el entretiempo de un nuevo clásico. Bichi renuncia más tarde en el Monumental.

13.02.2011

El Emperador. Debut de Julio Falcioni, dura derrota en casa 1-4 ante Godoy Cruz. Riquelme es señalado con el índice la tarde inaugural. La nueva conducción lo reconoce responsable. Lo que sigue son declaraciones, cruces verbales, la salida temporal del diez del equipo. Nuevos debates. Posterior inclusión en el once. La gente jugando a favor del ídolo. En contra del técnico. Así será hasta el final.

15.05.2011

Titán. En el último clásico de Palermo, el gol de cabeza del propio Martín. River queda en zona de Promoción, circunstancia que se mantendrá hasta el final del certamen. Riquelme colabora como puede en aquella victoria 2-0 en la Bombonera.

04.12.2011

Relación de dependencia. Siguen las idas y las vueltas entre Falcioni y Riquelme. Sin embargo, ambos parecen rebuscárselas. Al menos lo suficiente como para obtener un título doméstico que los depositaba en la Copa Libertadores del año siguiente. Festejo que resulta doble para la hinchada Xeneize, dada la condición del vecino River: que peleaba por ascender y todavía tenía por delante un largo trecho militando en la segunda categoría.

14.02.2012

San Valentín. El día de los enamorados encuentra a Riquelme y a Falcioni, juntos, enfrentando a Zamora. El partido termina en cero. Una bomba estalla en el vestuario producto de una sucesión de malos entendidos. El plantel se divide. El entrenador renuncia in situ. Luego vuelve sobre sus pasos. Tensa calma.

04.07.2012

Bajo su influencia. Goles a Unión Española en los encuentros de Octavos, papel preponderante tanto ante Fluminense en los Cuartos como frente a Universidad de Chile en las Semifinales, Riquelme vuelve a disputar una Final de Copa Libertadores. La cuarta. Pero antes de jugarla: Facundo Roncaglia no arregla con el club y se ausenta, Román les comunica a los suyos su no continuidad tras el decisivo. Corinthians se torna un rival imposible. Demasiados problemas. El diez cuelga la azul y oro en conflicto con el entrenador Falcioni y el presidente Angelici.

03.03.2013

En boca de todos. Nuevo regreso de Riquelme. Vuelve para sufrir junto a Bianchi. Así lo declara tras un clásico veraniego. Aparece en una derrota 1-3 con Unión de Santa Fe, aquel rival al que había enfrentado en su debut en Primera, casi diecisiete años atrás.

29.05.2013

Golpe de gracia. El irregular recorrido del primer semestre del Boca de Bianchi -parte tres-, tiene su corolario en los Cuartos de Final. Ante Newell´s en Rosario. Riquelme falla en su primera ejecución en una tanda de penales eterna. Luego convierte en su segundo intento. No alcanza. Por primera vez el Virrey se queda afuera del partido decisivo dirigiendo al Xeneize en una Copa Libertadores.

19.06.2013

Ni el tiro del final. Boca es eliminado por All Boys al caer 1-3, escurriéndose entonces, la oportunidad de defender el título de la Copa Argentina. El Xeneize lucha además por no terminar último en la tabla del torneo Final, circunstancia que supera sin sobrarle nada.

23.02.2014

Zona de promesas. Román regresa. Vence un rato a las lesiones bajo el cálido aplauso de su gente. Ingresa unos minutos ante Estudiantes de La Plata y, en ése lapso, ayuda al equipo a obtener la victoria protegiendo el balón en un momento delicado. Hasta tiene la oportunidad para estirar el marcador. Una Bombonera repleta lo despide con otra ovación.

05.03.2014

Presente. Con su juego, Boca vuelve a creer. Le marca de penal a Olimpo de Bahía Blanca en su primer partido de titular tras cuatro meses de inactividad. El Xeneize gana una vez más con él.

30.03.2014

Magia. Boca pierde 0-1 ante River en la Bombonera. Hasta que el genio lo empata a través de un exquisito tiro libre. El diez deja su sello en su último clásico. Abandona la cancha con la igualdad parcial. El Millonario se quedará luego con el súper, después de una década sin poder lograrlo en condición de visitante. 

11.05.2014

Hasta luego. Triunfo 3-1 sobre Lanús y adiós de Román. Salida definitiva del club de sus amores con un último destello: una pelota que recibe de espaldas al arco y que termina en habilitación a un compañero, un pase sin tocar el balón, dejándolo correr entre sus piernas. La historia lo ubica en un lugar privilegiado. Allá en lo alto. Riquelme jugará en Argentinos, el cuadro que lo vio nacer.

14 jul 2014

Un verano brasileño

"Mientras el Diego lloraba, y mientras los alemanes recibían la copa, yo me sentí como la Cenicienta a las doce y un minuto. (...) Supe que se había roto el hechizo. Y que Victoria debía estar despertando también del suyo".
                                                                 Eduardo Sacheri, Un verano italiano


UN VERANO BRASILEÑO
                                               por Facundo Terrés Grimaldi

Tanto tiempo pasó desde la última vez que la gloriosa camiseta albiceleste participó de una Final del Mundo que no supe ver. Quizás mi ceguera (de colores) se halle correspondida en aquello de cruzar el Rubicón. Lo más probable es que se relacione, sí, con los veinticuatro años de frustraciones. Esa inmensa batería de sueños que se evaporaron en un abrir y cerrar de ojos. De frustraciones que minaron dos décadas y un puñado de monedas que no llegaron a ser lustro por un suspiro. Pero que mañana podrán identificarse en bodas de plata si no se está a la altura. Como se estuvo. Lo cierto es que, en estos días, sólo vi coincidencias entre este equipo y el del ochenta y seis. Innumerables puntos de contacto entre los hombres de ayer y los de hoy. Y no es que siempre proceda de la misma forma. No es que compare porque sí. En esta ocasión juro que, en el puño apretado gritando por Argentina, sostenía la bandera de la previsión estratégico-táctica del conductor. Insignia que hice flamear con orgullo después de mucho tiempo. A partir de la seguridad que implicaba poseer dicho argumento. Sin lugar a dudas el más valioso desde que nos cortaron las piernas. Además, nuestro diez, volvía a lucir la cinta de líder. El símbolo, el mejor de todos portaba ahora la enseña que Diego nos legó. Cómo no creer.  

Para el debut, Sabella me y nos sorprendió con la idea de pararse en el campo con cinco defensores. Justo cuando pensaba y creíamos que iba a plantar el esquema que tanto resultado le había dado. El que y lo había llevado de la mano a Río de Janeiro. El que había dejado contento a Lionel. No. Alejandro nos sacudía con la novedad. Aunque, releyendo, pronto entendí el concepto: si tiempo atrás ante el mismo rival la jugada le había salido, qué fuerza impedía sucediera lo contrario en esta oportunidad. Podría decirse ahora, por qué no advertirlo con el hecho consumado, que el (poco) tiempo le dio (en parte) la razón: una pelota parada bien ejecutada por el genio fue conectada por un adversario y nos entregó la primera alegría. Desde el vestuario. Pero cuando parecía que se venía lo mejor, se vio lo peor del seleccionado. Nervioso, impreciso, Argentina cedió los espacios al rival. No supo aprovechar la ventaja. Y finalizados los primeros cuarenta y cinco minutos del Mundial, el entrenador vio lo que nosotros observamos. Cambió. Entró Gago. Ahora sí. Con la presencia del mejor ladero del número uno, otro cantar. Aparte, se retiraba un defensor y no sólo aparecía Higuaín sino también el juego asociado. Del 5-3-2 al 4-3-3. Es así que el panorama dio un vuelco. El plan B a la orden. Pase del cinco al diez. Gambeta del fenómeno hacia adelante, pared con el nueve en la puerta del área, nuevo slalom del capitán de derecha a izquierda y gol del Barça. O, mejor dicho, tanto argentino con sello culé. En diez minutos, historia liquidada. Trámite que pudo haberse estirado en el score. Mas finalizó con sufrimiento. Por un par de ocasiones malogradas y por la daga a la espalda de los Zabaleta y los Fernández que dejó a Romero sin chances en el cara a cara. Sufrida victoria final, 4-4-2 incluido con el por entonces actor de reparto Biglia entre los once, en la agonía. Triunfo al fin. ¿El técnico? Asumiendo y diciendo el error inicial pero, a su vez, demostrando aquello de ver antes (preveer) y cambiar (la estrategia y/o la táctica) si es que la idea no sale como se pretende.

Durante la semana, mayoría de voces criticando la decisión inicial del Cuerpo Técnico. Supremacía de comentarios destructivos. Escaso o nulo reconocimiento al giro que se observó en el complemento ¡del primer partido! de una Copa del Mundo. Demasiado. Todavía había tiempo para mejorar. Además, preferible siempre equivocarse así: con los tres puntos, con margen de error. El 5-3-2 fue enterrado en las playas de Copacabana tal como le escuché decir y reiterar a un sabio colega tras el debut. Resurgió el 4-3-3. El Grupo de los Seis (G6) a pleno. Esos dos triángulos fantásticos: el equilátero conformado por Gago-Mascherano-Di María y el isósceles integrado por Messi-Higuaín-Agüero. La débil Irán en frente. Parecía el mejor momento para ejecutar el Plan Madre. Parecía. Hete aquí que el equipo, con toque y retoque, continuó jugando como frente a Bosnia: mal. Y no sólo porque el rival mostraba lo mejor de sí al defenderse a la perfección sin el balón o porque ocupaba más y mejor los espacios, sino porque los nuestros no sabían cómo penetrar la barrera pergeñada por los ellos, a la manera de Oesterheld. Pero tanto fue al cántaro a la fuente, que al final se rompió. De tanto ir, aunque más de guapo que de otra cosa, la pelota encontró al que mejor la sabe tratar. O el astro resolvió ir al encuentro de ella. Sobre el final de la contienda se cruzaron. Ella y él. Y el cuento terminó como casi siempre: con un contrincante desparramado, observando de cuclillas cómo el balón que se incrustó en lo alto de las redes, cayó detrás del cuerpo de su arquero. Otro triunfo por la mínima. Pasar por caja y cobrar. Seis puntos. Clasificación. Otra vez con Biglia en el once del cierre.

Que Sabella no encuentra el equipo, que no jugamos contra nadie y que si seguimos así nos volvemos a casa como en los últimos cinco Mundiales. Que olvidáte de la Final, que no llegamos ni loco, que no están bien utilizados nuestros recursos técnicos. Que somos Messi-dependientes. Que no puede ser que si no aparece el diez no juguemos a nada. Nadie y nada, eso éramos. Hasta el encuentro con Nigeria. Primer minuto de partido, nuevo grito en el amanecer. Enorme pase al claro de Mascherano a Di María, remate de Fideo al primer palo y posterior rebote entre el arquero y su caño más cercano, capitalizados con maestría por el capitán. Tranquilidad que duró segundos. Porque una nueva puñalada en el reducto donde se desenvuelven el cuatro y el dos terminó en empate. Aunque Argentina, lejos de desmoralizarse por el impacto, siguió yendo al frente. Y fue bien. Lo hizo de manera tan eficiente que encontró premio en el final de la primera etapa. Ya Enyeama había podido, alla Sudáfrica, contra el fenómeno en un primer tiro libre que descolgó de un ángulo. No lo logró en el segundo intento. Lionel afinó su fina puntería. Acomodó el balón. Levantó su cabeza observando la postura del verdugo. Volvió a acomodar y mirar al uno. Acarició después la pelota. Que tomo una dirección imposible. Que fue a parar al segundo poste. Así: entre el cuerpo inerte de la ahora víctima y el palo. Ahí. Tercer choque, cuarta diana. Pero, a la sazón, volvió a aparecer Musa. Tras un pase de Gago. Sí, de los propios sobre otro hueco de nuestra defensa. Esta vez en el sector Garay-Rojo. Nueva igualdad, renovada la posibilidad de ir en busca del triunfo, una vez más. Tan solo cinco minutos después, córner perfecto del doble goleador del match al corazón del área, aparición estelar de Marcos Rojo. Como redimiéndose rápido del error cometido al no clausurar la hendija que permitió los africanos celebraran la efímera paridad. Halago vía la rodilla del lateral izquierdo. Mucho por mejorar aun. Conjunto invicto. Nueve puntos sobre nueve en disputa conseguidos. De esta manera camino a la Fase de Knock-Out.

Luego del triunfo por la mínima contra Irán y de muchas otras conclusiones, el director de la orquesta y sus músicos, bien sabían que no era tiempo de subestimar a ningún rival. En realidad, lo supieron desde un principio, la experiencia los llevo a considerarlo aun más después de superada la Primera Ronda. Una falla, aunque mínima de allí en más, y arriba del avión. Sin más. Sin nada. Tocaba Suiza. Para enfrentarla, mismo conjunto que el del segundo y el tercer partido. La ausencia de Agüero, desgarrado, como la excepción que hace a la regla. La inclusión de Lavezzi por Kun. Con Pocho en el medio, intercambiándose la banda con Di María. Atacando con posesión y defendiendo cuando la bola la monopoliza el adversario. De triángulo a rombo, la mitad. Con Gago corrido definitivamente hacia el centro. Mejor Argentina en los noventa. Con múltiples ocasiones de vulnerar el tanteador. La albiceleste al borde. En la orilla. Intacta la posibilidad de morir ahogados como en los años próximos pasados. La chance también de seguir en carrera. La segunda opción hecha realidad cuando pensábamos en los penales. Cuando repasábamos apellidos de posibles ejecutantes. Por un robo de Palacio en el mediocampo, la entrega a Messi, otra genialidad de Lionel para dejar en el camino a tanto suizo y el pase a un Di María que definió de zurda desde el perfil invertido. Cruzándosela a Benaglio. Entrando la bocha mansa junto al caño opuesto a la estirada del guardameta. ¿Después? Una pelota parada en favor de los helvéticos que no fue empate de milagro. Otro tiro libre de los rojos en la hora que fue despejado por los nuestros. ¿Doce pasos? Otro día. Esa vez no. A continuar soñando.

Que el sorteo nos favoreció. Que el equipo todavía no jugó contra nadie. Que se le ganó sufriendo a Suiza. Que no es potencia. Que recién ahora vamos a enfrentar a un país que medianamente sabe. Mermaron las críticas. Estábamos en Cuartos. Como en 1998, 2006 y el Mundial pasado. A pasos del Rubicón, el río por el que tuvo que atravesar el César en pos de la conquista de la Galia toda. Esa figura utilizó Sabella. Era el momento de cruzar el umbral. Y para hacerlo, el conductor decidió cambiar. De aquí en más, Argentina sería otra. "Como en el ochenta y seis, cuando entró Enrique pese a haber ganado 1-0 en Octavos", pensé. Biglia ahora titular. El hombre que había sido suplente pero había ingresado siempre. Ahora desde el arranque. "Como Olarticoechea en México, cuando entró al once, no salió más", me dije en voz alta. Con Demichelis en la zaga. Él, que había sido blanco de críticas cuando la selección no era lo que terminó siendo, que entró por la ventana a la lista. Que se volvió a internar en los definitivos veintitrés. El defensor campeón de Manchester City que conocía de memoria a todos los delanteros de Bélgica por haberlos enfrentado la última temporada. Basanta de lateral izquierdo por el suspendido y exhausto Rojo. Trueque que vino bien por ese último factor. Faltaba el gol de Higuaín. Llegó el tanto de Pipita. Rodeo de Messi en la mitad provocando la distracción de la última línea roja, pase a Di María, rebote en un defensor europeo y ulterior volea de derecha y de primera del ariete. A gritarlo con el alma. A defender el cruce en las aguas, a conseguir el primer objetivo, a lograr lo que no se había podido en veintitantos años. Pudo gritar de nuevo Lionel pero Courtois ahogó el alarido en el minuto noventa. Terminó 1-0, otra vez. A festejar. Ante los belgas, "como en el Azteca", murmuré por lo bajo.

Otro rival del Viejo Continente en Semifinales. Para continuar con el rito de las coincidencias. Holanda, donde todo había comenzado. Van Gaal de un lado, Sabella del otro, las críticas habían disminuido a niveles insospechados días antes. Aunque todavía algunos solían decir que recién ahora jugábamos contra alguien. Que antes no. Que la tómbola nos convino. Que "gracias, Don Julio", les faltó agregar. Aun quedaba un paso más por dar. En frente, Robben y Van Persie, la foto del otrora campeón Casillas de rodillas ante los naranjas. Con esos entrenadores, el partido iba a ser ajedrez. Lo fue. En los noventa, mejor Argentina pese a la dolorosa ausencia del también desgarrado Di María. En el ciento veinte, también. Con la posibilidad desperdiciada a cuestas de Palacio, en los confines del área, cabeceando una pelota que nunca bajó. Eligiendo y definiendo mal. Aquella situación como una muestra gratis de lo que sería. A los penales. Ahora sí. Tocaba. Alejandro alentando a los propios, mirando a los ojos a posibles ejecutantes. Ellos agachando la cabeza o afirmando que sí, que pateaban, que ojalá se les diera. Mascherano, gladiador si los hay, arengando al arquero Romero. Diciéndole que hoy se transformaba en héroe. Chiquito haciéndole caso al Jefe. Deteniendo la ejecución del inefable Vlaar. Messi poniendo al frente al seleccionado desde los doce pasos. Robben igualando las acciones para no ser menos. Garay fusilando al uno de ellos. Nuestro amarillo guardavalla dejando en ridículo a Sneijder, dejándonos cerca del pase a la Final. Agüero adentro con esfuerzo, con la pierna a la miseria, pero dentro del arco. Kuyt acertando. Primer match-point. Maximiliano Rodríguez caminando esos metros de la verdad. Llegando a la pelota. Corriéndose levemente a su izquierda, para perfilarse de diestro e impulsar el balón con la fuerza de cuarenta millones de tipos. Bola que sale como chicotazo, da en el guante de Cillessen, vuela eficaz de abajo hacia arriba, va a parar al travesaño y termina por colarse con potencia. Algarabía. Locura. Cuando di por finalizado el delirio y observé a los nuestros todavía empapados en festejos, pensé un segundo en cómo había sido el recorrido del noventa: 1-0 en Octavos, sufriendo ante otro europeo en los Cuartos, encontrándonos con otros en Semifinales y definiendo a suerte y verdad en el cara a cara. Otra vez Alemania. ¿Como en el ochenta y seis o en el noventa? La suerte estaba echada, como había dicho César antes de cruzar... ¡el Rubicón!

La estadística decía que sólo Brasil había podido ante el rival que le tocó pos definición por penales en una Copa. Desde el Francia 1998 en adelante. Los fríos números indicaban también que la local Canarinha dejaba el precedente en este mismo Mundial, para variar. Por qué no creer que podía repetirse la suerte de los brasileños. Por qué habrá sido que perdieron con los teutones. Comiéndose siete goles. Dejándolos prestos, agrandados por la hazaña. La Final de Italia, los Cuartos en su torneo y los penales, los Cuartos de nuevo en Sudáfrica. Ése último antecedente mundialista que alarmaba, el 0-4 de Ciudad del Cabo. Al Maracaná contra los blancos. Nosotros con la azul. "Como en el noventa", balbuceé. "Tiene que ser como en el ochenta y seis", dije casi por encima de la primera sentencia. "¿Como el ochenta y seis, qué? Como en México contra los uruguayos o frente a los ingleses con esa otra casaca azul, la de los goles (sendos guantes) con la mano de Diego. Sostuve a último momento que era el turno de Messi. Y pudo serlo en el desarrollo: esa bocha que definió con toque tras habilitarse de cabeza y que sacaron Neuer y Boateng sobre la línea durante el primer tiempo, esa otra bola que salió cruzada en el segundo poste en el complemento, ése cabezazo forzado cuando ya estábamos los cuarenta millones de argentinos 0-1 por culpa de Götze, ése tiro libre que dio en una nube y regresó al campo de juego en una lágrima. "Como en el noventa, fue, nomás". No lo dije, lo sufrí. Lo sufrimos. Victoria se había ido. Como en el cuento de Sacheri. Ése que nos cuenta Apo cuando le damos play (una vez de tanto en tanto) en YouTube. ¿El fútbol? Es tan hermoso que siempre da revancha. Como en el ochenta y seis.                        

10 jun 2014

Alejandro Sabella: estrategia y revolución táctica (Vol. III)

ALEJANDRO SABELLA: ESTRATEGIA Y REVOLUCIÓN TÁCTICA (VOLUMEN III)

                                                                             por Facundo Terrés Grimaldi

El empate ante Bolivia en La Paz dejaba posicionado al seleccionado de la mejor manera en la eliminatoria. La albiceleste lideraba la tabla a falta de cinco jornadas. Pero la clasificación todavía no estaba sellada. Aun quedaba camino por recorrer. Llegaba el turno de enfrentarse a Colombia, conjunto que había cambiado su entrenador -Leonel Álvarez- tras el 1-2 de noviembre de 2011. Aquella famosa tarde de resurrección en Barranquilla. Ahora, el once cafetero era conducido por José Pekerman, otro viejo conocido. Alejandro Sabella, una vez más, tomaba nota de ello junto a sus colaboradores, Julián Camino y Claudio Gugnali. El boleto con destino a Brasil estaba cerca. La estrategia y la táctica no podrían fallar.


Para el choque con el elenco colombiano en el Monumental, el entrenador argentino pensó un equipo para intentar disimular la ausencia del golpeado Messi, quien aguardaba entre los relevos. La idea era tratar de suplir al crack armando un esquema menos ofensivo desde los nombres. Regresó la línea de cuatro defensores. Nuevamente apareció el cuarteto clásico: Zabaleta-Fernández-Garay-Rojo, en definitiva, los apellidos por los que había apostado Sabella desde hacía ya un año y medio. Futbolistas quienes, a su vez, le habían devuelto la confianza con buenas actuaciones. En el medio, doble eje central y externos con diferentes características. Biglia y Mascherano repartiéndose el terreno en porciones iguales: el primero jugando decididamente abierto sobre la derecha cuando la pelota era potestad propia y actuando cerrado al lado del segundo en caso que tocara defenderse o intentar quitársela al rival. Más adelantados, Di María en el sector derecho y la aparición de Montillo en la izquierda. Sendos jugadores desempeñándose con el "perfil cambiado", estratagema que tenía un fin: quien tomara el balón se transformaba en forma automática en el conductor. Adelante, insustituibles, Agüero e Higuaín. ¿El partido? un bodrio, desde el inicio, más todavía tras las tempraneras expulsiones de Gonzalo Higuaín y Cristian Zapata. El puntero y su escolta no se sacaron diferencias, no vulneraron en el marcador, la historia continuaba como antes de arrancar. Eso sí: Messi cortaba una serie de veintinueve encuentros como titular en eliminatorias, todo un récord. El diez, que arrastraba todo un conjunto de molestias y lesiones, ingresaba para mostrar sólo destellos en la última media hora. La noción de estar para decir presente, reafirmando sus ganas de pertenecer desde el liderazgo y la responsabilidad.


El duelo frente a Ecuador en la altura de Quito, aquella ciudad donde "la pelota no dobla", sería afrontado de manera similar a aquel cruce con Bolivia en La Paz. El concepto: si no puedo medirme con las mismas armas que mi rival en el terreno donde mejores actuaciones tiene, ante la adversidad, contrarresto con orden táctico. A la orden del día. Así, la puesta en marcha una vez más de la línea de cinco, ahora una garantía desde el punto de vista estratégico a la hora de afrontar un compromiso en condición de visitante. La idea: cuando ataco lo hago soltando mis laterales, subiendo a los medios y llegando a la definición con la delantera en el área; cuando me defiendo lo realizo con todos mis hombres. El 5-3-2 modelo Estudiantes-Barcelona de diciembre de 2009 en práctica. Peruzzi y Rojo en los costados de la última línea, Fernández-Garay-Basanta en el triángulo que componen stoppers y líbero para defenderse de posibles contragolpes con estricta disciplina. En el centro, Banega, Mascherano y Di María. Adelante, Palacio funcionando hasta como número ocho sin la pelota y Agüero. Sin Messi, recuperándose. La historia arrancó en gran forma. Un penal fue aprovechado por Kun entregando la ventaja desde el vestuario. Con el 1-0, el plan dejaba dividendos mayores a los pensados. Pese al empate de Segundo Castillo, el once no se desmoronó y siguió llevando a cabo lo planificado con anterioridad. Y dio sus frutos, pues Argentina volvió a sumar en un clima complicado. Desde la experiencia de Passarella con el mismo Sabella de ayudante. Igualdades en la doble eliminatoria contra adversarios directos que dejaban a la albiceleste más cerca.   

Próxima parada: Guatemala. Amistoso que venía bien desde la óptica del entrenador, por dos motivos: por un lado la posibilidad de tener al grupo más días y por el otro la oportunidad de observar a aquellos jugadores que no habían tenido minutos pero que podían sumarse a los inamovibles. Por el porte del rival -selección débil si la comparamos con la historia y el poder de fuego de la dos veces campeona del mundo Argentina-, Sabella decidió plantar el 4-3-3 tan típico de las noches de Nuñez. Pero la apuesta sería un combinado entre titulares -unos pocos- y suplentes. En la valla Andújar. Línea de cuatro defensores integrada por Campagnaro, Coloccini, Basanta y Clemente Rodríguez, quien había perdido terreno con el de Monterrey y Marcos Rojo. En el centro del campo, Augusto Fernández, Biglia y Guiñazú. Arriba, Messi-Agüero-Lavezzi. Como podía esperarse el duelo se definió luego de algunos minutos de estudio e infortunio. Primero pegó el lesionado Lionel, luego estiró la cifra Kun y el de Barcelona volvió a marcar, esta vez de penal, sobre el cierre de la primera parte. Y con el trámite sellado, el técnico optó por cambiar: Braña por Biglia en la contención y Lamela por Agüero para rearmarse 4-4-2 en defensa con Erik como cuarto volante o continuar 4-3-3 ahora con Leo de falso nueve y el de Tottenham de wing derecho con perfil cambiado. Al rato, nuevo gol del diez, 4-0. El rosarino no lo supo pero cuando se retiró reemplazado por Palacio lo hizo a veintidós minutos del final desperdiciando la posibilidad de señalar su primer póker goleador en el seleccionado, algo que no logra un futbolista vestido de celeste y blanco desde Rodolfo Fischer en 1972. Mascherano por Basanta fue otra sustitución que modificó el dibujo: del 4-3-3 al 3-4-3. Banega por Guiñazú posibilitó que Fernández pasara a la izquierda, dejando a Éver en la derecha y el doble eje central Braña-Mascherano. Cuando restaban diez minutos, entró Montillo en lugar de Lavezzi para moverse ahora 3-4-1-2. Goleada 4-0 y la chance de practicar en el campo distintas opciones tácticas. Noche redonda para todos.


Exactamente dos meses más tarde llegó el turno de cruzarse con otra potencia mundial en su propio territorio. En el marco de un amistoso que no pudo contar con la presencia de Su Santidad Francisco como estaba previsto, Argentina y la chance de chocar ante Italia en el Olímpico de Roma. Para el encuentro, todavía con Messi lesionado, Sabella pensó un 4-4-2 compuesto por futbolistas que ya sabían estaban con un pie dentro de la Copa del Mundo y con otros que luchaban por meterse en la lista. Comenzaba la carrera rumbo a Brasil. Andújar volvió a ocupar el arco. En la defensa las apariciones de Campagnaro en el lateral derecho y de Basanta en el izquierdo, pensados ya como hipotéticos reemplazantes naturales de Zabaleta y Rojo, respectivamente. En el medio, Lamela y Di María alternándose la posición en las bandas y los interiores Biglia y Mascherano. Por último, los atacantes Palacio e Higuaín. La historia se presentó favorable desde el comienzo porque, a los veintiún minutos de juego, Pipita definió con un remate formidable ante Buffon desde la media distancia. A partir del gol, la tranquilidad y el dominio del trámite a través de la posesión propia. Así terminó el primer tiempo. Y el segundo inició de gran manera para la albiceleste porque Banega -que había entrado por Lamela tras el descanso con el fin de subrayar tenencia y disminuir explosión- anotaba el 2-0 y los argentinos acariciaban otra victoria en rodeo ajeno frente a un conjunto poderoso de Europa. Hubo más cambios: Lavezzi por Higuaín para apostar varios billetes al contragolpe y Coloccini por Garay con el objeto de probar al cordobés como sustituto natural del segundo. Pero restaban quince minutos para el pitazo final cuando Insigne marcaba desde afuera del área un tanto fantástico que hizo mover la estantería de propios y extraños. Es entonces que surgieron nuevos reemplazos: Maximiliano Rodríguez entró por Mascherano para pasar el primero a la banda y rearmar el doble eje medio (Banega-Biglia) y Álvarez por Di María en el rol por rol. Sobre el cierre, el ingreso de Augusto Fernández por Palacio para terminar con cinco mediocampistas y el solitario Pocho de París de tres cuartos hacia arriba.


Paraguay en Asunción, otra escuadra que le había hecho la vida imposible al seleccionado en el último tiempo. Sobre todo en su ciudad-capital. En esta ocasión, la oportunidad de clasificarse al Mundial de Brasil enfrentando a un elenco guaraní que ya no tenía chances de sumarse a la máxima cita. Pero los partidos, todos, hay que jugarlos. Y nada se sabe hasta el pitido final del árbitro. Sabella tomó su carpeta y resaltó esas frases hechas, de cassette, pero que también tienen visos de realidad. El técnico dispuso del 4-3-3 hiperofensivo de las noches de Monumental. Línea de cuatro defensores con varios suplentes. Todos ellos a excepción de Zabaleta. Campagnaro en lugar de Federico Fernández, Coloccini en la zona de Garay y Basanta en el sitio de Rojo. En el mediocampo, Gago-Biglia-Di María. Sin Mascherano, con el de Lazio en el vértice retrasado del triángulo. Arriba, Messi-Agüero-Palacio. Sin Higuaín, ahora con Kun de falso nueve y el de Internazionale moviéndose por todo el frente de ataque. Nuevamente la historia resultó sencilla desde el arranque. A los doce minutos, Lionel marcó de penal. Pero a los diecisiete igualó Nuñez. De todos modos la máquina no se detuvo y, a los treinta y dos, Agüero marcó la ventaja con la que se fueron al descanso. Otra vez desde el inicio la daga. En esta ocasión autógrafo del cuarto fantástico Di María. Y dos minutos después Messi desde los doce pasos volvía a gritar repitiendo lo que había sucedido en el primer cuarto de match. Con el encuentro semi-acabado, los cambios: el refresco para Palacio al salir por Lavezzi, Banega por Agüero con este parándose en el eje y armándose el rombo del medio con Biglia de ocho y Rodríguez por Gago justo después del descuento de Santa Cruz. La causalidad -y la consecuencia- final de la diana del último ingresado anotando el quinto tanto, el del 5-2. Argentina se clasificaba a Brasil y con margen. Porque aun restaban las citas con Perú en Buenos Aires y contra Uruguay en Montevideo.


La selección que había conseguido el objetivo de ser parte de la máxima cita mundial se presentaba frente a Perú, país que ya no contaba con oportunidades de sumarse a la Copa. Para asumir el compromiso sólo por protocolo dada la coyuntura, Sabella decidió repetir mayoría de nombres, quienes se agruparon en el exitoso 4-3-3. Porque toda noche en Nuñez implica ése esquema. El dibujo que, se ha dicho, más y mejor le resulta al capitán Messi. Porque el diez necesita alas a sus flancos. Futbolistas en condición de recibir y definir cuando no puede terminar una jugada por sus propios medios. Línea de cuatro defensores titulares un mes después del 5-2 sobre Paraguay: Zabaleta-Fernández-Garay-Rojo de memoria. En el medio, Banega-Biglia-Di María. Sin saberlo, el primero y el segundo serían competencia directa a la hora del armado de la lista mundialista definitiva. Sin Mascherano, preservado. Adelante con los atacantes Palacio-Agüero-Lavezzi. Ausente Messi, esperado. El partido arrancó con un revés, puesto que el eterno Claudio Pizarro marcaba la diferencia para el cuadro de la banda sangre. Suerte que, al tiempo, llegó el empate de Lavezzi. Y minutos después, de nuevo, otro grito de Pocho de París para revertir las acciones. Se fueron al vestuario 2-1. En la reanudación, para confirmar el poder de fuego de los delanteros, Palacio definiendo debajo del arco una jugada colectiva. Con el 3-1, el dominio. Pudieron ser más los goles. Pero no hubo más que tres. Suficientes para llevarse el halago y el reconocimiento del público en pleno estadio Monumental.


La clasificación al Mundial era un hecho a partir la goleada ante Paraguay en Asunción. El aplauso de la gente hacia los jugadores tras la victoria sobre Perú en Nuñez sintetizaba dos arduos años de trabajo de un cuerpo técnico previsor desde el plan estratégico-táctico. Y, por fin, la conclusión: puede gustar más o menos cómo juega el equipo más Argentina sabe para qué está cuando se desempeña en el rectángulo. Porque como decía Ángel Labruna hace muchos años: "la verdad está en el verde césped". No quedan dudas. Con el boleto para Brasil en la mano, todavía restaba un compromiso, el trámite sería el paso por Montevideo para medirse con la siempre difícil Uruguay. El Centenario, aquella jornada, estuvo plagado de suplentes. Con la suerte echada no era cuestión de cargar a los titulares con una responsabilidad que ya les era ajena. Además, el choque resultaba una buena ocasión para el entrenador para ver reemplazantes naturales del once. Por lo que Sabella decidió apenas sostener al arquero Romero. La línea de cuatro estuvo integrada por Campagnaro-Fernández-Domínguez-Basanta. Allí, otra excepción de la regla: la inclusión del central de Napoli. El medio fue conformado por los carrileros Augusto Fernández y Maximiliano Rodríguez y en el eje actuaron Biglia y Banega. Arriba, la aparición de Lamela acompañado por el solitario Palacio. La Celeste pegó primero de la mano de Cebolla Cristian Rodríguez. Pero pronto otro de la familia igualó el score, esta vez uno del otro bando, Maximiliano. El cotejo iba 1-1 cuando Luis Suárez transformó en gol un penal inexistente. Aunque otro vez la Fiera de Newell´s -la figura del partido- dejaba a los elencos del Río de la Plata iguales. Así marcharon a los vestuarios. En el arranque de la segunda parte, el tanto de Edinson Cavani terminó siendo una daga para los visitantes. Tal es así que no se modificó el marcador. El resultado no era lo más importante. La derrota servía para anotar más conclusiones en la carpeta. Para resaltar buenas actuaciones y tachar apellidos en la lista de posibles relevos. Los cambios, todos con el objeto de revertir el tanteador, dado que fueron hechos luego del último grito uruguayo fueron: Somoza por Banega con el fin de soltar a Biglia para que se transforme en conductor, Sosa por Lamela para que Principito se parara sobre la línea de medios y abasteciera al llanero Palacio e Icardi por Augusto Fernández cosa de sumar un delantero y evitar que el de Internazionale se tentara de vestir la azzurra.


El año se agotaba con dos encuentros amistosos en Estados Unidos. El primer cruce se dio en Nueva Jersey ante Ecuador. Nuevamente la chance de observar posibles variantes, de ver nuevos jugadores. Es por eso que Sabella decidió probar nuevos marcadores de punta. Por eso convocó a Facundo Roncaglia y Lucas Orban, futbolistas que hasta ése momento no habían sido parte del proceso y que actuarían desde el primer minuto en los lugares de Pablo Zabaleta y Marcos Rojo. La defensa se completaba con titulares: Romero debajo de los tres caños y los centrales Fernández y Garay. En el medio, Banega-Mascherano-Di María. Y más adelante, Lavezzi-Higuaín-Álvarez. Para remarcar, apenas, las ausencias de los lesionados Gago y Messi. El desarrollo del partido se presentó mucho más difícil de lo que se esperó. Sobre todo por las buenas actuaciones de los wingers rivales, Jefferson Montero y Antonio Valencia. De todos modos, con muy poco de la selección y mucho de los de amarillo, el resultado se mantuvo tal cual como comenzó el cotejo. En cero. El entrenador anotó: sostener los laterales titulares, siempre. Esto se tradujo en el primer cambio, salió Roncaglia e ingresó Zabaleta a los veintidós del segundo tiempo. Los relevos restantes todos en el rol por rol: Agüero por Lavezzi, Biglia por Banega, Palacio por Higuaín y Maximiliano Rodríguez por Ricardo Álvarez.


Sin saberlo todavía, Argentina enfrentó al futuro rival del debut mundialista, tres días después del empate en cero frente a Ecuador. El contrincante Bosnia Herzegovina, en San Luis, Misuri. Para afrontar este escollo Sabella pensó un 5-3-2 cambiando varios nombres propios. Romero siguió en la valla. Salieron los laterales debutantes Roncaglia y Orban e ingresaron los titulares Zabaleta y Rojo. La línea de tres centrales se completó con Otamendi-Fernández-Basanta. En el medio el único cambio fue el de Maximiliano Rodríguez por Éver Banega. Mientras que adelante jugaron Palacio como externo moviéndose por todo el frente de ataque y Agüero de nueve de área. El encuentro fue potestad de Argentina desde el comienzo. Aunque en esta oportunidad recién el cuadro nacional llegó al gol en los minutos finales de la primera parte, cuando apareció Kun. Con el primer tanto, el rendimiento del once no mermó. Siguió intentando. Y de tanto someter al conjunto europeo llegó el segundo grito, el doblete del hombre de Manchester City. Con el marcador 2-0, el entrenador argentino realizó los siguientes movimientos tácticos: entró Biglia por Rodríguez con el objetivo de tener mejor circulación de balón, Lamela suplió al goleador Agüero y se armó el 5-4-1-1 con Erik de enlace y Augusto Fernández relevó a Di María manteniéndose el dibujo. Nuevo planteo estratégico desde la conformación del conjunto, buen resultado, arco invicto una vez más. Todo eso que pretende el técnico reflejado desde la línea de cal hacia adentro. Buen triunfo para despedir 2013, en la antesala del sorteo de la máxima cita del planeta.


Plantados ahora en el año de la Copa, el seleccionado argentino se medía con Rumania, aquel adversario hostil en el Mundial de Estados Unidos 1994. Ahora la posibilidad del entrenador de definir lugares para la conformación de la lista de imprescindibles. O para tachar apellidos en busca del mismo objetivo. Chocaron en Bucarest. En este nuevo amistoso, el técnico ideó un 4-3-3 que al día de hoy tiene olor a once de debut en Río. Romero en el arco. Zabaleta-Fernández-Basanta-Rojo. Sin Garay, con el capitán de Monterrey. En el centro del campo el triángulo Gago-Mascherano-Di María. Y Messi-Higuaín-Agüero de atacantes. El encuentro no dejó muchas conclusiones. Hubo pocas llegadas. De todos modos, fue más la albiceleste. Aunque lo hecho no alcanzó para marcar la diferencia. El 0-0 estuvo bien. Los cambios fueron todos puesto por puesto: Biglia por Gago, Palacio por Agüero, Lavezzi por Higuaín y Rodríguez por Di María. Todos los que jugaron, los que actuaron desde el inicio y quienes lo hicieron relevando compañeros, fueron confirmados en la lista definitiva de Sabella para afrontar la competición más importante. Pero, claro, para esta época aun había que aguardar por la noticia. Todavía siquiera estaban los treinta apellidos.

Ahora el turno de la despedida del Monumental ante Trinidad y Tobago, rival desconocido. Para la prueba, ya con los veintitrés nombres confirmados -Otamendi, Banega y Sosa afuera de la lista a último momento-, combinado de posibles titulares y suplentes con miras al debut frente a Bosnia Herzegovina en el mítico Maracaná de Río de Janeiro. Línea de cuatro defensores, tres medios y otros tres delanteros. La continuidad del esquema más utilizado en todo el ciclo: el 4-3-3. El inamovible Romero en el arco. Campagnaro-Fernández-Demichelis-Rojo en el fondo. Gago-Mascherano-Di María como nexos del trío Messi-Palacio-Lavezzi. Encuentro plagado de situaciones para el equipo de Sabella. Múltiples ataques profundos de la albiceleste, algunos de ellos, desperdiciados insólitamente debajo de los tres palos de la valla de en frente. Hasta que llegó el gol de cabeza de Joya Palacio tras córner del diez de Barcelona en el cierre de la primera parte. Y en el comienzo de la segunda, tiro libre de Lio que da en el palo ante la mirada del guadameta triniteño y que termina cayendo en los pies de Javier Mascherano para el 2-0. Minutos después gran pase del cinco para la llegada del falso nueve de Internazionale, balón que se va largo pero que una vez superado al uno expulsa hacia atrás para la entrada de Maximiliano Rodríguez. Fueron tres tantos, pudieron ser más, muchos más. Ninguno en contra. ¿Los cambios? Basanta por Demichelis -molestia- y Biglia por Gago -este último volviendo a jugar luego de una lesión- en el inicio. Más tarde, Rodríguez por Lavezzi y Pérez por Di María. Con el ingreso de Álvarez en lugar de Mascherano, la posibilidad de ver a Enzo Pérez como único mediocampista central por un puñado de minutos. Por último, Augusto Fernández por Palacio para finalizar con el rombo central, 4-4-2.

El adiós de suelo argentino se produjo en el Único de La Plata contra Eslovenia, seleccionado europeo vecino cercano desde el punto de vista geográfico -Croacia por medio- del primer contrincante en la Copa, de juego similar. Buena medida de cara al domingo 15. Sabella eligió innovar desde el esquema. Romero siempre bajo los caños. Defensa de tres con Fernández y Basanta de stoppers y con la novedad de Mascherano parado de líbero al mejor estilo Blaugrana. En el centro, Augusto Fernández-Biglia-Rojo. Más adelante, delante del mencionado triángulo, Enzo Pérez por derecha y Maximiliano Rodríguez en la izquierda. Ricardo Álvarez suelto como enlace con posesión propia y cerrándose pegado a Biglia cuando la pelota es del rival. Lavezzi solo de punta para completar el 3-3-2-1-1. Ricky quebró el cero y debutó en las redes vestido de celeste y blanco a los doce del primer tiempo. Luego del primer grito, algunas oportunidades más para estirar un score que no se modificaría con el correr de los minutos. Tanteador que recién sería vulnerado por Messi. Lo importante: Campagnaro por Biglia -paralítica- la primera modificación. Y en el complemento, a la vez, otras cuatro variantes: Di María por Álvarez, Gago por Augusto, Messi por Lavezzi y Agüero por Rodríguez. Para quedar en el terreno con el dibujo 4-4-2. Con el 2-0 consumado y a falta de trece minutos el ingreso del sparring Mammana en lugar de Mascherano, otro ex River Plate que, en 2003, también debutaba antes en la selección que en su club. Otro pequeño gesto, otro detalle de un entrenador que mostró lo que podía entregarle al representativo. Estratégia y táctica siempre a la orden. Porque se podrá ganar o perder, pero es importante que los nuestros sepan a qué jugar, cuál va a será la idea que disimulará falencias y fortalecerá virtudes. Así, rumbo a Brasil, con la ilusión de siempre y con la previsión que se tuvo por última vez hace veinticuatro años. En Italia 90', último Mundial donde Argentina cruzó la barrera de los Cuartos.         

29 may 2014

Alejandro Sabella: estrategia y revolución táctica (Vol. II)

ALEJANDRO SABELLA: ESTRATEGIA Y REVOLUCIÓN TÁCTICA (VOLUMEN II)

                                                                             por Facundo Terrés Grimaldi

El 9 de junio de 2012, Lionel Messi lograba lo que sólo habían podido antes Manuel Seoane (1925), Carlos Peucelle (1940), Norberto Méndez (1945) y José Sanfilippo (1959): marcarle un Hat-Trick a Brasil. Sí, el delantero de Barcelona conseguía lo que apenas cuatro argentinos ante el Scratch, lo que ninguno en cincuenta y tres años. Tucho, el Nene y el astro culé, los tres, con el agregado de alcanzar la hazaña fuera de Buenos Aires. En Santiago, Guayaquil y Nueva Jersey, respectivamente.

Tras la emoción del 4-3 versus la Canarinha en Estados Unidos, hubo que esperar poco más de dos meses para volver a ver al seleccionado. Donde la mano de Sabella volvería a surgir frente a otra potencia: Alemania. La cita sería en Fráncfort. Y en esa ciudad la posibilidad de redimirse -aunque más no fuera por un instante- del 0-4 sufrido en Ciudad del Cabo dos años atrás en los Cuartos de Final de la Copa del Mundo.  

Para medirse con el elenco teutón, el técnico argentino decidió sostener a la inmensa mayoría de los nombres propios que tanta satisfacción le habían generado contra los brasileños, por lo que apenas cambió una ficha del pizarrón. Eligió a Marcos Rojo y salió Clemente Rodríguez. Continuó el 4-4-2. Con Sosa y Di María en los costados de un medio que se completó con Mascherano y Gago. Adelante, nuevamente el tándem, Messi-Higuaín. Aquella jornada, salieron todas desde el principio. O casi todas: a los treinta el arquero Zieler interrumpía una oportunidad manifiesta de gol y dejaba la cancha expulsado, siendo reemplazado por Ter Stegen, guardametas-verdugo del diez en lo inmediato. En tiro penal. Pero pronto se abriría el arco. Sobre el final de la primera parte Khedira vulneraba su propia meta tras un córner. Los de blanco, acto seguido, se retiraban rumbo al vestuario 0-1 con un hombre menos. Ya con Kun Agüero y sin Principito Sosa (4-3-3), el once ni lerdo ni perezoso, siguió manejando el ritmo del encuentro. Tanto es así que, a los siete del complemento, Lio encontró el gol que le había quedado atravesado en los doce pasos. Los minutos subsiguientes fueron una demostración de orden táctico y voracidad ofensiva. La albiceleste buscó y buscó hasta perforar la defensa de los germanos y, finalmente, logró un tercer tanto. Di María de larga distancia señalaría la última conquista. Con el juego resuelto, Sabella optó por el movimiento de apellidos. Aunque sin desarmar el sistema. Guiñazú ocupó el lugar de Angelito en la banda izquierda del mediocampo y Braña el de Mascherano en el centro del mismo. Höwedes gritó en el cierre para la anécdota.

Del sofocón de Barranquilla en un primer tiempo que había arrojado un 0-1 parcial al 2-1 final. Del 1-1 ante Suiza en la curva descendiente del match al 3-1 resultado de las acciones en la agonía del hombre que debía ponerse el equipo al hombro. De la incertidumbre por la producción con Bolivia en el Monumental a la explosión frente a Ecuador en el mismo escenario. Del 0-1 y 2-3 frente a Brasil al 4-3 de los noventa. Del 0-0 y pena máxima trunca a la lluvia de goles en un corto lapso y el demoledor 3-1 a los bávaros en su terruño. La mano del entrenador de manifiesta en todos y cada uno de los casos. En los momentos de zozobra y en el pico de rendimiento del colectivo. Previsión estratégico-táctica a la orden, aquella carencia de los ciclos próximos pasados.


Algunas semanas más tarde el momento de volver a planificar los compromisos de la eliminatoria. La selección regresaba a Córdoba, salía de la Capital por primera vez en la competencia. Alejandro Sabella, para chocar con Paraguay, pensó algunas modificaciones respecto del equipo que había apabullado a Alemania. Ideó un sistema más ofensivo que el empleado ante los europeos. Campagnaro por Zabaleta fue la sustitución obligada y el resto de la línea defensiva siguió participando. En el medio, la aparición de Gago en la banda derecha en reemplazo de Sosa y la inclusión de Braña por Mascherano. Arriba, otro cambio forzado. Lavezzi ocupando el lugar de Agüero, completando el mentado tridente de ataque. Fiel al momento por el que transitaba, la albiceleste abrió el score de la mano del galáctico Di María en el amanecer del encuentro. Pero, esta vez, el once corrió con el infortunio de una mano de Braña suelta dentro del área que posibilitó al cuadro guaraní la paridad. Pese a la igualdad, el seleccionado pareció no haber acusado recibido del impacto de Fabbro en la corta distancia. Fue en busca del gol que lo volviera a encaminar en la senda del triunfo y lo consiguió de inmediato. Higuaín hizo lo que el puesto requiere y, a cobrar, 2-1. Así se fueron al descanso. La celeste y blanca arriba en el tanteador. Se hacía costumbre. El segundo tiempo mostró al conjunto manejando el trámite, generando las acciones más peligrosas, dominando el juego. Y el tercer tanto llegó. Si faltaba un tic en un ítem era ése del tiro libre del capitán. Lio se paró de zurdo y marcó. Cara interna, pelota por encima de la barrera que se disparó como cohete para colarse en el ángulo. Argentina reguló a partir de la nueva ventaja. Único líder. La clasificación a la vuelta de la esquina.   

Llegaba el turno de Perú. La oportunidad de cruzarse con un cuadro que se hace fuerte en casa. Para el encuentro en Lima, el entrenador argentino decidió repetir el equipo, con la excepción de la salida del suplente Braña por el titular Mascherano en el centro del campo. En esta ocasión, obligado por un rival que exigió mucho más de lo ya previsto por el cuerpo técnico, el conjunto no anduvo bien. Esto fue así desde el inicio. Aunque supo suplir la falencia del rendimiento con disciplina táctica. Argentina tuvo orden, la mano del conductor, en fin. El elenco local abrió el marcador con un gol de Zambrano que dejó ver a las claras un punto débil del seleccionado: si la defensa no se encuentra bien plantada cuando un ataque de las cartas ofensivas resulta infructuoso, sufre y mucho en el contragolpe. Sobre todo padece en el sector izquierdo. Aquel contrincante que sabe explotar la espalda de Di María, perjudica a Rojo y se beneficia en el desarrollo. De cualquier modo, la albiceleste siguió intentando con sus armas: distribuir rápido y/o encarar en velocidad generando el claro para el desequilibrio. Higuaín igualó con tanto de goleador. La vieja fórmula del centro atrás del wing para la entrada por el medio del nueve dio resultado. El tanteador no volvió a ser vulnerado pese a algunas jugadas peligrosas que supo controlar Romero, arquero que ya se había encargado de ahogarle el grito a la afición local en los once metros.


La semana siguiente al empate con Perú encontró al seleccionado argentino en su versión local en Goainia. El conjunto doméstico debía vérselas con Brasil en un nuevo Superclásico de las Américas. Para este cruce, Alejandro Sabella resolvió cambiar el dibujo con el fin de repetir el esquema que había plantado en aquel 0-0 de Córdoba por la misma competición. Armó línea de cinco defensores. La misma estuvo compuesta por los laterales Gino Peruzzi y Clemente Rodríguez, los stoppers Lisandro López y Leandro Desábato y el líbero Sebastián Domínguez. El medio se conformó con dos externos de proyección como Maximiliano Rodríguez y Pablo Guiñazú y el cinco fue Rodrigo Braña. Adelante, un atacante por afuera y otro por adentro, Juan Martínez y Hernán Barcos. Argentina comenzó ganando de la mano de Burrito. Pero claudicó en lo inmediato en su faz ofensiva y, pronto, recibió el revés de parte de Paulinho. Y si bien luego de la igualdad no sufrió mayores contratiempos, no mostró su mejor cara. Prueba de ello que, en los minutos finales del cotejo, una jugada aislada de los brasileños derivó en un penal que pateó Neymar y que selló el tanteador. Pero más allá del resultado y el rendimiento general, el entrenador se llevó conclusiones sobre el funcionamiento defensivo.


La revancha del clásico americano se vio imposible en Chaco. Un problema de iluminación propició no pudiera disputarse un nuevo choque ante Brasil. El partido fue suspendido. Papelón consumado, el próximo cruce sería nuevamente por los porotos. La cita, ante Uruguay, en Mendoza. Y en la tierra del sol y del buen vino, la chance de ver en el rectángulo a los cuatro fantásticos desde el minuto cero. El cuarteto Di María-Messi-Higuaín-Agüero no se encontraba desde el vamos en una cancha desde hacía cuatro meses y monedas, desde el 4-0 a Ecuador en Nuñez, suma que alcanzaba los seis encuentros. En este punto, nos detenemos y reiteramos la siguiente afirmación: con los mejores, juntos, es otro equipo. Sabella ha tomado nota de ello. El técnico supo comprender que Messi es más cuando se encuentra bien acompañado en ataque. El delantero de Barcelona necesita wingers porque estos le generan aperturas cuando decide monopolizar el balón y/o porque pueden transformarse también en opciones de pase al hueco en la búsqueda del gol. Y como Lio requiere aliados en sus flancos, qué mejor que brindarle herramientas que allanen su camino. Las pruebas a la vista de todos. Resultados satisfactorios como el ocurrido ante la Celeste. Tras un buen primer tiempo donde no se sacaron ventajas, la explosión en el complemento obra y gracia del crack rosarino. Que primero consumó debajo del arco rival una jugada colectiva desde la izquierda, luego sirvió a Kun y terminó por redondear una noche inolvidable con una ejecución a lo Pirlo de una falta directa: cuando el mundo pensó que Lionel resolvería el tiro volviendo a besar la pelota con su zurda para alojarla en un ángulo una vez superada la barrera como contra Paraguay, el tipo optó por sorprender con shot bajo que terminó por ubicarse en el palo más lejano del arquero. Nuevo festejo grupal. Éxito del director de la orquesta.


A los cuatro días, un nuevo desafío para el equipo argentino: la siempre difícil Chile en Santiago. Otra vez la Roja en el camino con una nueva cara familiar para los nuestros, emanando órdenes desde el banco de ellos. Ayer Bielsa, ahora Borghi, otro viejo conocido. En un estadio Nacional que había festejado en 2008, el día que Basile daba por finalizado su ciclo. Para afrontar el choque, Sabella tomó nuevamente la decisión de no mover demasiado las fichas. Es por eso que, pese a la condición de visitante, no borró el dibujo. Apenas realizó cambios por obligación. Campagnaro ocupó el lugar de Zabaleta en el lateral derecho y, este, pasó al sector del suspendido Rojo. Mientras que los triángulos del medio (Gago-Mascherano-Di María) y de adelante (Messi-Higuaín-Agüero) siguieron su curso. Y como no podía ser de otra manera, el buen funcionamiento de piezas bien ensambladas dio sus frutos. A los veintiocho gritó Pipita tras gran jugada individual y soberbia definición. Un rato después, para no ser menos, Lio bajó una pelota dentro del área e hizo con ella todo lo que pretendió. Primero, lo dicho, el control. Luego el amague y el enganche para dejar desairado a su marcador. Por último la definición exquisita abajo junto al primer caño. Sobre el final del partido, descontó Felipe Gutiérrez, cuando ya habían salido tres de los cuatro fenómenos (Higuaín, Di María y Agüero) y habían hecho su ingreso tres terrenales (Guiñazú, Sosa y Barcos). Con el primer reemplazo (Cholo por Pipita) el retoque del sistema, del 4-3-3 con la ventaja del marcador al 4-4-2 con el objeto de conservar la luz. Una prueba superada más. La clasificación en la palma de la mano.

Frente a Chile, Messi había conseguido un nuevo récord: llevaba 12 tantos en el año calendario, cifra que sólo había logrado Gabriel Batistuta en 1998. Número por demás interesante el del rosarino, tomando en cuenta que treinta y cuatro hombres en toda la historia de la selección argentina (desde 1902) anotaron esa cantidad de goles. El futbolista de Barcelona, además, se acercaba en la tabla histórica de artilleros a un tal Diego Maradona. Lionel, en noventa minutos y ante la débil Arabia Saudita, tenía por un lado la chance de superar al goleador de Reconquista inscribiendo marca en soledad y por otro la de alcanzar al astro de Lanús. Para el amistoso, el último duelo del año para el seleccionado internacional, Sabella pensó en darle oportunidades a algunos jugadores que no habían tenido minutos. En la abstemia Riad, fueron prueba, Fabricio Coloccini, Alberto Costa y Eduardo Salvio. El entrenador argentino abandonó el 4-3-3 a fin de estar al altura del ensayo de laboratorio. El once se distribuyó 4-4-2 con Di María jugando desde el arranque en el sector derecho del medio, Salvio en la izquierda y Tino Costa y Mascherano de interiores. Adelante, Agüero-Messi. El resultado arrojó algunos chispazos aislados, poco juego colectivo y varias conclusiones. El conductor, tras el 0-0 final, habrá repasado nota de su propio puño y letra: Lio se nutre de wingers. No los tuvo en la primera parte, ergo, no encontró los espacios para explotar su potencial. Aunque el diez tampoco encontró su lugar cuando se rearmó el mediocampo (con Augusto Fernández -reemplazó a Costa- en la derecha, Mascherano de cinco y Di María ahora en la izquierda) y la delantera (con Di Santo y sin Toto Salvio) para el complemento.

Una semana después la posibilidad para mostrarse de una mayoría de futbolistas locales y otra minoría de vecinos protagonistas del Brasil. En la Bombonera, el Superclásico de las Américas que no había podido disputarse por problemas lumínicos en Chaco. Volvió a surgir la línea de cinco defensores. En esta oportunidad con Peruzzi y Vangioni en los laterales y los zagueros López, Domínguez y Desábato como últimos. Delante de ellos dos mediocampistas de contención, Cerro recostado sobre la derecha y Guiñazú en la izquierda. Montillo de enlace, haciendo de nexo de los puntas, Martínez y Barcos. El llamativo 5-2-1-2 dio sus frutos. La Argentina sudamericana jugó bien y dominó el trámite pese a no poder marcar. Pero un cambio a los sesenta y nueve minutos sería clave para cambiar la historia: un encendido Scocco ingresaba en lugar de un apagado Barcos. Nacho aparecería de la mejor manera para marcar un doblete en los diez minutos finales del match, donde también anotaba Fred, quien forzaba con el empate parcial la definición de 2012 a los tiros desde el punto penal. En el arco que da al Riachuelo fueron más los de amarillo. Pero la prueba había dejado más buenas que malas. Sabella tomaba nota del ensayo empírico. Cuándo no.

El primer semestre de 2013 comenzó de la mejor manera ante Suecia. En apenas veintitrés minutos Argentina ya había convertido tres goles en sendas jugadas colectivas. Primero golpeó Higuaín con ayuda del defensor Lustig, luego gritó Agüero y Pipita volvió a aparecer para sentenciar la historia en el comienzo del primer tiempo. La mancha, el empate parcial de Olsson. Detalle: Messi participando como diez, distribuyendo juego en todos los tantos, Lionel demostrando por qué es el jugador más completo del mundo. La selección volvió a funcionar de maravilla con el cuarteto imperial. La gran innovación táctica del inicio fue la aparición de Campagnaro en el lateral izquierdo. Para el complemento varios cambios aunque sin retoques en el dibujo. Primero salió Di María e ingresó Montillo, luego se retiró Zabaleta por Ansaldi pasando Campagnaro de cuatro, más tarde entraron Banega por Gago, Lavezzi por Agüero, Coloccini por Garay y Di Santo por Higuaín. Sustituciones puesto por puesto, rol por rol. El partido terminó 3-2 pero el resultado fue sólo una pieza decorativa, la albiceleste fue mucho más en la cancha que lo que marcó el cartel electrónico del estadio de Estocolmo.

Un mes y medio después la revancha frente a Venezuela. La vinotinto en frente, el único equipo que había logrado imponerse ante los argentinos en la eliminatoria. Y la selección nuevamente en el Monumental luego de la gira por las provincias. En esta ocasión, Montillo y Lavezzi ocupando los lugares que dejaron vacantes por diversas lesiones Di María y Agüero. El resto fue el equipo de siempre. El de las piezas bien ensambladas. El que resucitó en aquel segundo tiempo en Barranquilla, el que descubrió su mejor cara en los albores de 2012. La explosión producto del juego asociado de sus figuras de ataque se vio desde el inicio. Higuaín rompiendo el hielo poco antes de los treinta, Messi marcando de penal en el cierre de la primera etapa. Una vez más el resultado semi-sentenciado con mucho tiempo por jugar. Pipita de nuevo anotó el tercero y, a raíz de este último grito, la necesidad de preservar nombres propios para la parada siguiente. Banega por Gago, Palacio por el nueve del doblete y Maximiliano Rodríguez en lugar de Pocho de París para terminar plantados 4-4-2. La venganza quedaba consumada. Con tres goles y valla invicta. Con creces.

En el predio de Ezeiza, tubos de oxígeno y cámara hiperbárica, símbolos de lo que se venía: la famosa altura de La Paz, el enemigo público número uno de los futbolistas argentinos en toda eliminatoria. Así lo demostraba la historia reciente. Pero para no repetir errores del pasado, Sabella pensó cada detalle. Es que, en el ciclo Maradona, había sido subestimado el peligro que implica jugar un partido de fútbol en esa geografía. Por eso el 1-6. Consigo el escandaloso ahogo de protagonistas y cuerpo técnico. Para afrontar los acontecimientos, el entrenador no sólo hizo hincapié en la preparación física sino también reparó en lo táctico. Porque Argentina no puede jugar de igual a igual frente a quienes están acostumbrados a desempeñarse a esa distancia del nivel del mar. No puedo moverse con las mismas armas que su rival. Por eso el técnico decidió llevar a la práctica con las figuras de Europa lo que había ensayado con los actores del medio local: líneas de cinco defensores, tres medios y dos delanteros. La primera compuesta por los laterales Peruzzi y Rodríguez y los centrales Campagnaro, Domínguez y Basanta. La segunda formada con Banega, Mascherano y Di María. La última integrada por la dupla Messi-Palacio. El encuentro comenzó desfavorable para el conjunto argentino pues Moreno Martins escribió una vez más su apellido en la planilla de goleadores. Pero el seleccionado no se desesperó por la desventaja y encontró en el final de la primera parte el tanto de la igualdad por la cabeza de Banega. La segunda mitad fue disputada con inteligencia por el elenco visitante. Inclusive no faltaron oportunidades para llevarse la victoria de suelo paceño. Lo importante: sumar fuera de casa con un esquema distinto, cumplir con el objetivo de no verse superado en el terreno por el contrincante a pesar de las dificultades ajenas de las virtudes futbolísticas de los de en frente. Conclusiones positivas desde el marcador y desde el juego ante la adversidad.