10 jun 2014

Alejandro Sabella: estrategia y revolución táctica (Vol. III)

ALEJANDRO SABELLA: ESTRATEGIA Y REVOLUCIÓN TÁCTICA (VOLUMEN III)

                                                                             por Facundo Terrés Grimaldi

El empate ante Bolivia en La Paz dejaba posicionado al seleccionado de la mejor manera en la eliminatoria. La albiceleste lideraba la tabla a falta de cinco jornadas. Pero la clasificación todavía no estaba sellada. Aun quedaba camino por recorrer. Llegaba el turno de enfrentarse a Colombia, conjunto que había cambiado su entrenador -Leonel Álvarez- tras el 1-2 de noviembre de 2011. Aquella famosa tarde de resurrección en Barranquilla. Ahora, el once cafetero era conducido por José Pekerman, otro viejo conocido. Alejandro Sabella, una vez más, tomaba nota de ello junto a sus colaboradores, Julián Camino y Claudio Gugnali. El boleto con destino a Brasil estaba cerca. La estrategia y la táctica no podrían fallar.


Para el choque con el elenco colombiano en el Monumental, el entrenador argentino pensó un equipo para intentar disimular la ausencia del golpeado Messi, quien aguardaba entre los relevos. La idea era tratar de suplir al crack armando un esquema menos ofensivo desde los nombres. Regresó la línea de cuatro defensores. Nuevamente apareció el cuarteto clásico: Zabaleta-Fernández-Garay-Rojo, en definitiva, los apellidos por los que había apostado Sabella desde hacía ya un año y medio. Futbolistas quienes, a su vez, le habían devuelto la confianza con buenas actuaciones. En el medio, doble eje central y externos con diferentes características. Biglia y Mascherano repartiéndose el terreno en porciones iguales: el primero jugando decididamente abierto sobre la derecha cuando la pelota era potestad propia y actuando cerrado al lado del segundo en caso que tocara defenderse o intentar quitársela al rival. Más adelantados, Di María en el sector derecho y la aparición de Montillo en la izquierda. Sendos jugadores desempeñándose con el "perfil cambiado", estratagema que tenía un fin: quien tomara el balón se transformaba en forma automática en el conductor. Adelante, insustituibles, Agüero e Higuaín. ¿El partido? un bodrio, desde el inicio, más todavía tras las tempraneras expulsiones de Gonzalo Higuaín y Cristian Zapata. El puntero y su escolta no se sacaron diferencias, no vulneraron en el marcador, la historia continuaba como antes de arrancar. Eso sí: Messi cortaba una serie de veintinueve encuentros como titular en eliminatorias, todo un récord. El diez, que arrastraba todo un conjunto de molestias y lesiones, ingresaba para mostrar sólo destellos en la última media hora. La noción de estar para decir presente, reafirmando sus ganas de pertenecer desde el liderazgo y la responsabilidad.


El duelo frente a Ecuador en la altura de Quito, aquella ciudad donde "la pelota no dobla", sería afrontado de manera similar a aquel cruce con Bolivia en La Paz. El concepto: si no puedo medirme con las mismas armas que mi rival en el terreno donde mejores actuaciones tiene, ante la adversidad, contrarresto con orden táctico. A la orden del día. Así, la puesta en marcha una vez más de la línea de cinco, ahora una garantía desde el punto de vista estratégico a la hora de afrontar un compromiso en condición de visitante. La idea: cuando ataco lo hago soltando mis laterales, subiendo a los medios y llegando a la definición con la delantera en el área; cuando me defiendo lo realizo con todos mis hombres. El 5-3-2 modelo Estudiantes-Barcelona de diciembre de 2009 en práctica. Peruzzi y Rojo en los costados de la última línea, Fernández-Garay-Basanta en el triángulo que componen stoppers y líbero para defenderse de posibles contragolpes con estricta disciplina. En el centro, Banega, Mascherano y Di María. Adelante, Palacio funcionando hasta como número ocho sin la pelota y Agüero. Sin Messi, recuperándose. La historia arrancó en gran forma. Un penal fue aprovechado por Kun entregando la ventaja desde el vestuario. Con el 1-0, el plan dejaba dividendos mayores a los pensados. Pese al empate de Segundo Castillo, el once no se desmoronó y siguió llevando a cabo lo planificado con anterioridad. Y dio sus frutos, pues Argentina volvió a sumar en un clima complicado. Desde la experiencia de Passarella con el mismo Sabella de ayudante. Igualdades en la doble eliminatoria contra adversarios directos que dejaban a la albiceleste más cerca.   

Próxima parada: Guatemala. Amistoso que venía bien desde la óptica del entrenador, por dos motivos: por un lado la posibilidad de tener al grupo más días y por el otro la oportunidad de observar a aquellos jugadores que no habían tenido minutos pero que podían sumarse a los inamovibles. Por el porte del rival -selección débil si la comparamos con la historia y el poder de fuego de la dos veces campeona del mundo Argentina-, Sabella decidió plantar el 4-3-3 tan típico de las noches de Nuñez. Pero la apuesta sería un combinado entre titulares -unos pocos- y suplentes. En la valla Andújar. Línea de cuatro defensores integrada por Campagnaro, Coloccini, Basanta y Clemente Rodríguez, quien había perdido terreno con el de Monterrey y Marcos Rojo. En el centro del campo, Augusto Fernández, Biglia y Guiñazú. Arriba, Messi-Agüero-Lavezzi. Como podía esperarse el duelo se definió luego de algunos minutos de estudio e infortunio. Primero pegó el lesionado Lionel, luego estiró la cifra Kun y el de Barcelona volvió a marcar, esta vez de penal, sobre el cierre de la primera parte. Y con el trámite sellado, el técnico optó por cambiar: Braña por Biglia en la contención y Lamela por Agüero para rearmarse 4-4-2 en defensa con Erik como cuarto volante o continuar 4-3-3 ahora con Leo de falso nueve y el de Tottenham de wing derecho con perfil cambiado. Al rato, nuevo gol del diez, 4-0. El rosarino no lo supo pero cuando se retiró reemplazado por Palacio lo hizo a veintidós minutos del final desperdiciando la posibilidad de señalar su primer póker goleador en el seleccionado, algo que no logra un futbolista vestido de celeste y blanco desde Rodolfo Fischer en 1972. Mascherano por Basanta fue otra sustitución que modificó el dibujo: del 4-3-3 al 3-4-3. Banega por Guiñazú posibilitó que Fernández pasara a la izquierda, dejando a Éver en la derecha y el doble eje central Braña-Mascherano. Cuando restaban diez minutos, entró Montillo en lugar de Lavezzi para moverse ahora 3-4-1-2. Goleada 4-0 y la chance de practicar en el campo distintas opciones tácticas. Noche redonda para todos.


Exactamente dos meses más tarde llegó el turno de cruzarse con otra potencia mundial en su propio territorio. En el marco de un amistoso que no pudo contar con la presencia de Su Santidad Francisco como estaba previsto, Argentina y la chance de chocar ante Italia en el Olímpico de Roma. Para el encuentro, todavía con Messi lesionado, Sabella pensó un 4-4-2 compuesto por futbolistas que ya sabían estaban con un pie dentro de la Copa del Mundo y con otros que luchaban por meterse en la lista. Comenzaba la carrera rumbo a Brasil. Andújar volvió a ocupar el arco. En la defensa las apariciones de Campagnaro en el lateral derecho y de Basanta en el izquierdo, pensados ya como hipotéticos reemplazantes naturales de Zabaleta y Rojo, respectivamente. En el medio, Lamela y Di María alternándose la posición en las bandas y los interiores Biglia y Mascherano. Por último, los atacantes Palacio e Higuaín. La historia se presentó favorable desde el comienzo porque, a los veintiún minutos de juego, Pipita definió con un remate formidable ante Buffon desde la media distancia. A partir del gol, la tranquilidad y el dominio del trámite a través de la posesión propia. Así terminó el primer tiempo. Y el segundo inició de gran manera para la albiceleste porque Banega -que había entrado por Lamela tras el descanso con el fin de subrayar tenencia y disminuir explosión- anotaba el 2-0 y los argentinos acariciaban otra victoria en rodeo ajeno frente a un conjunto poderoso de Europa. Hubo más cambios: Lavezzi por Higuaín para apostar varios billetes al contragolpe y Coloccini por Garay con el objeto de probar al cordobés como sustituto natural del segundo. Pero restaban quince minutos para el pitazo final cuando Insigne marcaba desde afuera del área un tanto fantástico que hizo mover la estantería de propios y extraños. Es entonces que surgieron nuevos reemplazos: Maximiliano Rodríguez entró por Mascherano para pasar el primero a la banda y rearmar el doble eje medio (Banega-Biglia) y Álvarez por Di María en el rol por rol. Sobre el cierre, el ingreso de Augusto Fernández por Palacio para terminar con cinco mediocampistas y el solitario Pocho de París de tres cuartos hacia arriba.


Paraguay en Asunción, otra escuadra que le había hecho la vida imposible al seleccionado en el último tiempo. Sobre todo en su ciudad-capital. En esta ocasión, la oportunidad de clasificarse al Mundial de Brasil enfrentando a un elenco guaraní que ya no tenía chances de sumarse a la máxima cita. Pero los partidos, todos, hay que jugarlos. Y nada se sabe hasta el pitido final del árbitro. Sabella tomó su carpeta y resaltó esas frases hechas, de cassette, pero que también tienen visos de realidad. El técnico dispuso del 4-3-3 hiperofensivo de las noches de Monumental. Línea de cuatro defensores con varios suplentes. Todos ellos a excepción de Zabaleta. Campagnaro en lugar de Federico Fernández, Coloccini en la zona de Garay y Basanta en el sitio de Rojo. En el mediocampo, Gago-Biglia-Di María. Sin Mascherano, con el de Lazio en el vértice retrasado del triángulo. Arriba, Messi-Agüero-Palacio. Sin Higuaín, ahora con Kun de falso nueve y el de Internazionale moviéndose por todo el frente de ataque. Nuevamente la historia resultó sencilla desde el arranque. A los doce minutos, Lionel marcó de penal. Pero a los diecisiete igualó Nuñez. De todos modos la máquina no se detuvo y, a los treinta y dos, Agüero marcó la ventaja con la que se fueron al descanso. Otra vez desde el inicio la daga. En esta ocasión autógrafo del cuarto fantástico Di María. Y dos minutos después Messi desde los doce pasos volvía a gritar repitiendo lo que había sucedido en el primer cuarto de match. Con el encuentro semi-acabado, los cambios: el refresco para Palacio al salir por Lavezzi, Banega por Agüero con este parándose en el eje y armándose el rombo del medio con Biglia de ocho y Rodríguez por Gago justo después del descuento de Santa Cruz. La causalidad -y la consecuencia- final de la diana del último ingresado anotando el quinto tanto, el del 5-2. Argentina se clasificaba a Brasil y con margen. Porque aun restaban las citas con Perú en Buenos Aires y contra Uruguay en Montevideo.


La selección que había conseguido el objetivo de ser parte de la máxima cita mundial se presentaba frente a Perú, país que ya no contaba con oportunidades de sumarse a la Copa. Para asumir el compromiso sólo por protocolo dada la coyuntura, Sabella decidió repetir mayoría de nombres, quienes se agruparon en el exitoso 4-3-3. Porque toda noche en Nuñez implica ése esquema. El dibujo que, se ha dicho, más y mejor le resulta al capitán Messi. Porque el diez necesita alas a sus flancos. Futbolistas en condición de recibir y definir cuando no puede terminar una jugada por sus propios medios. Línea de cuatro defensores titulares un mes después del 5-2 sobre Paraguay: Zabaleta-Fernández-Garay-Rojo de memoria. En el medio, Banega-Biglia-Di María. Sin saberlo, el primero y el segundo serían competencia directa a la hora del armado de la lista mundialista definitiva. Sin Mascherano, preservado. Adelante con los atacantes Palacio-Agüero-Lavezzi. Ausente Messi, esperado. El partido arrancó con un revés, puesto que el eterno Claudio Pizarro marcaba la diferencia para el cuadro de la banda sangre. Suerte que, al tiempo, llegó el empate de Lavezzi. Y minutos después, de nuevo, otro grito de Pocho de París para revertir las acciones. Se fueron al vestuario 2-1. En la reanudación, para confirmar el poder de fuego de los delanteros, Palacio definiendo debajo del arco una jugada colectiva. Con el 3-1, el dominio. Pudieron ser más los goles. Pero no hubo más que tres. Suficientes para llevarse el halago y el reconocimiento del público en pleno estadio Monumental.


La clasificación al Mundial era un hecho a partir la goleada ante Paraguay en Asunción. El aplauso de la gente hacia los jugadores tras la victoria sobre Perú en Nuñez sintetizaba dos arduos años de trabajo de un cuerpo técnico previsor desde el plan estratégico-táctico. Y, por fin, la conclusión: puede gustar más o menos cómo juega el equipo más Argentina sabe para qué está cuando se desempeña en el rectángulo. Porque como decía Ángel Labruna hace muchos años: "la verdad está en el verde césped". No quedan dudas. Con el boleto para Brasil en la mano, todavía restaba un compromiso, el trámite sería el paso por Montevideo para medirse con la siempre difícil Uruguay. El Centenario, aquella jornada, estuvo plagado de suplentes. Con la suerte echada no era cuestión de cargar a los titulares con una responsabilidad que ya les era ajena. Además, el choque resultaba una buena ocasión para el entrenador para ver reemplazantes naturales del once. Por lo que Sabella decidió apenas sostener al arquero Romero. La línea de cuatro estuvo integrada por Campagnaro-Fernández-Domínguez-Basanta. Allí, otra excepción de la regla: la inclusión del central de Napoli. El medio fue conformado por los carrileros Augusto Fernández y Maximiliano Rodríguez y en el eje actuaron Biglia y Banega. Arriba, la aparición de Lamela acompañado por el solitario Palacio. La Celeste pegó primero de la mano de Cebolla Cristian Rodríguez. Pero pronto otro de la familia igualó el score, esta vez uno del otro bando, Maximiliano. El cotejo iba 1-1 cuando Luis Suárez transformó en gol un penal inexistente. Aunque otro vez la Fiera de Newell´s -la figura del partido- dejaba a los elencos del Río de la Plata iguales. Así marcharon a los vestuarios. En el arranque de la segunda parte, el tanto de Edinson Cavani terminó siendo una daga para los visitantes. Tal es así que no se modificó el marcador. El resultado no era lo más importante. La derrota servía para anotar más conclusiones en la carpeta. Para resaltar buenas actuaciones y tachar apellidos en la lista de posibles relevos. Los cambios, todos con el objeto de revertir el tanteador, dado que fueron hechos luego del último grito uruguayo fueron: Somoza por Banega con el fin de soltar a Biglia para que se transforme en conductor, Sosa por Lamela para que Principito se parara sobre la línea de medios y abasteciera al llanero Palacio e Icardi por Augusto Fernández cosa de sumar un delantero y evitar que el de Internazionale se tentara de vestir la azzurra.


El año se agotaba con dos encuentros amistosos en Estados Unidos. El primer cruce se dio en Nueva Jersey ante Ecuador. Nuevamente la chance de observar posibles variantes, de ver nuevos jugadores. Es por eso que Sabella decidió probar nuevos marcadores de punta. Por eso convocó a Facundo Roncaglia y Lucas Orban, futbolistas que hasta ése momento no habían sido parte del proceso y que actuarían desde el primer minuto en los lugares de Pablo Zabaleta y Marcos Rojo. La defensa se completaba con titulares: Romero debajo de los tres caños y los centrales Fernández y Garay. En el medio, Banega-Mascherano-Di María. Y más adelante, Lavezzi-Higuaín-Álvarez. Para remarcar, apenas, las ausencias de los lesionados Gago y Messi. El desarrollo del partido se presentó mucho más difícil de lo que se esperó. Sobre todo por las buenas actuaciones de los wingers rivales, Jefferson Montero y Antonio Valencia. De todos modos, con muy poco de la selección y mucho de los de amarillo, el resultado se mantuvo tal cual como comenzó el cotejo. En cero. El entrenador anotó: sostener los laterales titulares, siempre. Esto se tradujo en el primer cambio, salió Roncaglia e ingresó Zabaleta a los veintidós del segundo tiempo. Los relevos restantes todos en el rol por rol: Agüero por Lavezzi, Biglia por Banega, Palacio por Higuaín y Maximiliano Rodríguez por Ricardo Álvarez.


Sin saberlo todavía, Argentina enfrentó al futuro rival del debut mundialista, tres días después del empate en cero frente a Ecuador. El contrincante Bosnia Herzegovina, en San Luis, Misuri. Para afrontar este escollo Sabella pensó un 5-3-2 cambiando varios nombres propios. Romero siguió en la valla. Salieron los laterales debutantes Roncaglia y Orban e ingresaron los titulares Zabaleta y Rojo. La línea de tres centrales se completó con Otamendi-Fernández-Basanta. En el medio el único cambio fue el de Maximiliano Rodríguez por Éver Banega. Mientras que adelante jugaron Palacio como externo moviéndose por todo el frente de ataque y Agüero de nueve de área. El encuentro fue potestad de Argentina desde el comienzo. Aunque en esta oportunidad recién el cuadro nacional llegó al gol en los minutos finales de la primera parte, cuando apareció Kun. Con el primer tanto, el rendimiento del once no mermó. Siguió intentando. Y de tanto someter al conjunto europeo llegó el segundo grito, el doblete del hombre de Manchester City. Con el marcador 2-0, el entrenador argentino realizó los siguientes movimientos tácticos: entró Biglia por Rodríguez con el objetivo de tener mejor circulación de balón, Lamela suplió al goleador Agüero y se armó el 5-4-1-1 con Erik de enlace y Augusto Fernández relevó a Di María manteniéndose el dibujo. Nuevo planteo estratégico desde la conformación del conjunto, buen resultado, arco invicto una vez más. Todo eso que pretende el técnico reflejado desde la línea de cal hacia adentro. Buen triunfo para despedir 2013, en la antesala del sorteo de la máxima cita del planeta.


Plantados ahora en el año de la Copa, el seleccionado argentino se medía con Rumania, aquel adversario hostil en el Mundial de Estados Unidos 1994. Ahora la posibilidad del entrenador de definir lugares para la conformación de la lista de imprescindibles. O para tachar apellidos en busca del mismo objetivo. Chocaron en Bucarest. En este nuevo amistoso, el técnico ideó un 4-3-3 que al día de hoy tiene olor a once de debut en Río. Romero en el arco. Zabaleta-Fernández-Basanta-Rojo. Sin Garay, con el capitán de Monterrey. En el centro del campo el triángulo Gago-Mascherano-Di María. Y Messi-Higuaín-Agüero de atacantes. El encuentro no dejó muchas conclusiones. Hubo pocas llegadas. De todos modos, fue más la albiceleste. Aunque lo hecho no alcanzó para marcar la diferencia. El 0-0 estuvo bien. Los cambios fueron todos puesto por puesto: Biglia por Gago, Palacio por Agüero, Lavezzi por Higuaín y Rodríguez por Di María. Todos los que jugaron, los que actuaron desde el inicio y quienes lo hicieron relevando compañeros, fueron confirmados en la lista definitiva de Sabella para afrontar la competición más importante. Pero, claro, para esta época aun había que aguardar por la noticia. Todavía siquiera estaban los treinta apellidos.

Ahora el turno de la despedida del Monumental ante Trinidad y Tobago, rival desconocido. Para la prueba, ya con los veintitrés nombres confirmados -Otamendi, Banega y Sosa afuera de la lista a último momento-, combinado de posibles titulares y suplentes con miras al debut frente a Bosnia Herzegovina en el mítico Maracaná de Río de Janeiro. Línea de cuatro defensores, tres medios y otros tres delanteros. La continuidad del esquema más utilizado en todo el ciclo: el 4-3-3. El inamovible Romero en el arco. Campagnaro-Fernández-Demichelis-Rojo en el fondo. Gago-Mascherano-Di María como nexos del trío Messi-Palacio-Lavezzi. Encuentro plagado de situaciones para el equipo de Sabella. Múltiples ataques profundos de la albiceleste, algunos de ellos, desperdiciados insólitamente debajo de los tres palos de la valla de en frente. Hasta que llegó el gol de cabeza de Joya Palacio tras córner del diez de Barcelona en el cierre de la primera parte. Y en el comienzo de la segunda, tiro libre de Lio que da en el palo ante la mirada del guadameta triniteño y que termina cayendo en los pies de Javier Mascherano para el 2-0. Minutos después gran pase del cinco para la llegada del falso nueve de Internazionale, balón que se va largo pero que una vez superado al uno expulsa hacia atrás para la entrada de Maximiliano Rodríguez. Fueron tres tantos, pudieron ser más, muchos más. Ninguno en contra. ¿Los cambios? Basanta por Demichelis -molestia- y Biglia por Gago -este último volviendo a jugar luego de una lesión- en el inicio. Más tarde, Rodríguez por Lavezzi y Pérez por Di María. Con el ingreso de Álvarez en lugar de Mascherano, la posibilidad de ver a Enzo Pérez como único mediocampista central por un puñado de minutos. Por último, Augusto Fernández por Palacio para finalizar con el rombo central, 4-4-2.

El adiós de suelo argentino se produjo en el Único de La Plata contra Eslovenia, seleccionado europeo vecino cercano desde el punto de vista geográfico -Croacia por medio- del primer contrincante en la Copa, de juego similar. Buena medida de cara al domingo 15. Sabella eligió innovar desde el esquema. Romero siempre bajo los caños. Defensa de tres con Fernández y Basanta de stoppers y con la novedad de Mascherano parado de líbero al mejor estilo Blaugrana. En el centro, Augusto Fernández-Biglia-Rojo. Más adelante, delante del mencionado triángulo, Enzo Pérez por derecha y Maximiliano Rodríguez en la izquierda. Ricardo Álvarez suelto como enlace con posesión propia y cerrándose pegado a Biglia cuando la pelota es del rival. Lavezzi solo de punta para completar el 3-3-2-1-1. Ricky quebró el cero y debutó en las redes vestido de celeste y blanco a los doce del primer tiempo. Luego del primer grito, algunas oportunidades más para estirar un score que no se modificaría con el correr de los minutos. Tanteador que recién sería vulnerado por Messi. Lo importante: Campagnaro por Biglia -paralítica- la primera modificación. Y en el complemento, a la vez, otras cuatro variantes: Di María por Álvarez, Gago por Augusto, Messi por Lavezzi y Agüero por Rodríguez. Para quedar en el terreno con el dibujo 4-4-2. Con el 2-0 consumado y a falta de trece minutos el ingreso del sparring Mammana en lugar de Mascherano, otro ex River Plate que, en 2003, también debutaba antes en la selección que en su club. Otro pequeño gesto, otro detalle de un entrenador que mostró lo que podía entregarle al representativo. Estratégia y táctica siempre a la orden. Porque se podrá ganar o perder, pero es importante que los nuestros sepan a qué jugar, cuál va a será la idea que disimulará falencias y fortalecerá virtudes. Así, rumbo a Brasil, con la ilusión de siempre y con la previsión que se tuvo por última vez hace veinticuatro años. En Italia 90', último Mundial donde Argentina cruzó la barrera de los Cuartos.         

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